Dicen que Dios escribe con renglones torcidos. Y para los griegos, el caprichoso destino era una fuerza superior a los propios dioses. Es cierto. Pedro Sánchez trazó un plan brillante y la realidad le está enseñando los colmillos por sorpresa.

Las nuevas elecciones de noviembre se gestaron desde la previsión de un beneficio electoral para el PSOE. El desgaste de Podemos, estragado por las deserciones internas, es indiscutible. Alguien lo definió así: como en los grupos de Whatsapp, todo el mundo se ha marchado para crear otro grupo en el que quien no está es el único al que querían echar. No se puede definir mejor. El centralismo democrático de Pablo Iglesias, a medias entre el leninismo y el nepotismo, le ha dejado más colgado que una paraguaya en su alianza con el viejo comunismo. Y el ambicioso Errejón se ha transformado en el eje de una nueva alternativa que está reinventando la idea original del partido de los indignados y fabricando una alianza en la que se integren fórmulas territoriales como Adelante Andalucía, En Comú o Compromís, entre otras.

Pero ese reajuste, que auguraba el regreso del voto pródigo al socialismo moderado, se está viendo seriamente comprometido por la clamorosa evidencia de que estamos entrando en el desierto. El Banco de España ha corregido a la baja el crecimiento de la economía y ya habla de una desaceleración, que es el primer paso para desembarcar en ese gracioso oximorón económico llamado crecimiento negativo. Alemania se congela. Gran Bretaña se sacude entre espasmos con una interminable bronca interna por el brexit mientras la libra se hunde. El petróleo sube y afecta a los precios del transporte y la energía en Asia y Europa. Todo pinta de lo más feo.

Los últimos datos hablan de un crecimiento electoral del PP que podría conquistar veinte nuevos escaños. Es el fruto del desasosiego, tanto como del cabreo, de un electorado que de alguna manera quiere castigar a quienes no han sabido formar gobierno. Y el costo de ese enfado que va a tocarle a Ciudadanos podría llegar tangencialmente a Sánchez. Las tensiones de una lucha electoral a cara de perro entre Podemos y el PSOE van a contaminar los territorios en donde existen alianzas entre ambos partidos. Y por mucha sonrisa que le pongas, va a ser difícil escuchar a tus socios poniendo a parir a tus jefes.

En Canarias hay partidos en el cuatripartito del Gobierno que están aterrizando lentamente en la evidencia de que Madrid habita en el colapso. Gran parte de los problemas económicos de las Islas tienen mucho que ver con el secuestro de los fondos que les corresponden en pura justicia. Y declaraciones como la del inefable ministro Ábalos, especulando en torno al uso de la subvención al transporte aéreo, ha hecho que incluso destacadas militantes socialistas, como Francina Armengol, la presidenta de Baleares, le haya saltado al cuello. Esto no va sino a empeorar. Los mejores planes de hombres y ratones se acaban torciendo.