La violencia verbal suele ser la escalera para acceder a la física. La actualidad ha situado en un segundo plano la detención de unos independentistas catalanes, que preparaban artefactos explosivos para detonarlos en edificios oficiales. Hiela la sangre en las venas percibir la peligrosa deriva que la irresponsabilidad de los secesionistas ha jaleado en una sociedad pacífica: la más europea de toda España. La crisis territorial, una herida que no acaba de cerrarse, no se soluciona ignorándola. Es un caldo de cultivo para que las frustraciones busquen las salidas más radicales. La sentencia a los políticos catalanes independentistas está al caer. Y los grandes partidos, ensimismados en sus miserias electorales, afrontan la solución al problema catalán con la política de un avestruz que entierra la cabeza en Madrid pensando que con eso desaparece el problema de Cataluña. Pero no es así. Está ahí. Y por lo que se ve, va a peor.