El meteorito que se aproxima, en curso de colisión con Canarias, empieza a producir sus primeros efectos. La suspensión de pagos de Thomas Cook no sólo deja en tierra a treinta mil turistas en las Islas, sino que compromete más de dos millones de visitantes para el próximo año y nos pone aún más cerca del peor escenario posible para el sector del que vivimos en las Islas.

Ni siquiera ha hecho falta que se produzca el brexit y la pérdida de valor de la libra esterlina, algo que seguramente también ocurrirá. La quiebra del histórico touroperador tiene consecuencias bastante predecibles en nuestra economía: deudas que se llevarán por delante algunos pequeños negocios, pérdida de plazas aéreas, miles de personas que perderán su puesto de trabajo y caída del volumen del negocio turístico.

Ahora mismo lo que las autoridades nacionales ofrecen son reflexiones, muy sesudas e interesantes, pero absolutamente inútiles, sobre el fin del modelo turístico de la touroperación. Las elucubraciones mentales sobre la necesidad de readaptar nuestro sistema de captación de visitantes son muy interesantes pero extemporáneas: tanto como darle un discurso de nociones básicas de natación a alguien que se está ahogando porque ha perdido su salvavidas. Cuando un país se enfrenta a la quiebra de su modelo de subsistencia, lo pertinente es preguntarse cómo va a poder sobrevivir.

Canarias va a perder millones de turistas el próximo año. Por la quiebra de Thomas Cook (Tui está también con el agua al cuello). Por el brexit. Por la recesión de la economía alemana. Por la competencia de destinos más baratos. Por ese cúmulo de circunstancias que se ha dado en llamar la tormenta perfecta. ¿Y qué podemos hacer para aguantar una pérdida de miles de millones en la venta de servicios turísticos?

En otros sectores en quiebra de la economía española -astilleros, altos hornos, minería...- el Gobierno español derivó miles de millones, para la reconversión de esas sociedades en crisis. Dudo mucho que pase lo mismo con el turismo y nuestras islas. Porque no estamos ante una crisis estructural, sino coyuntural. Hay cosas que se pudieron hacer en su día para que esto nos cogiera con más músculo. Canarias podría tener la quinta libertad aérea y haberse transformado en un hub de comunicaciones aéreas entre Europa, América y África. Pero nos ningunearon ante el absoluto pasotismo de la burguesía macarronésica y sus incapaces políticos contemporáneos.

La única solución de urgencia que tenemos al alcance de la mano es que Madrid decida abrir el grifo de su generosidad y desbloquee la financiación retenida del Archipiélago. Una inyección extraordinaria de fondos que nos permita atravesar el infierno en que se va a convertir el próximo año. Pero en España no hay Gobierno ni se le espera. Estamos en medio de una inacabable fiesta democrática, con otras nuevas elecciones convocadas para noviembre. Mientras el barco se hunde, la partitocracia anda ocupada en elegir al capitán. Vaya política de pandereta que nos ha tocado la desgracia de soportar.