No hay derecho, les habíamos votado precisamente para pactar. ¿Cómo es posible que no se dieran por enterados?

Desde el periodista Xavier Sardà a Matías Vallés, Joan Cañete Bayle, Antonio Franco o la misma escritora Milena Busquets es más que evidente que hay una sonora reacción de rechazo frente a la convocatoria de estas nuevas elecciones. Y por más que trato de pensar en positivo no puedo evitar compartir esa misma indignación por la incapacidad que han mostrado nuestros dirigentes políticos de llegar a acuerdos.

Algunos piensan que el castigo sería votar lo mismo. Otros aseguran que debemos votar en masa para aclarar las cosas y así mostrar que el pueblo, más que nunca, está dispuesto. Pero personalmente creo que el castigo real sería pedir la dimisión de todos esos dirigentes que no han sabido hacer bien su trabajo. Es decir, de prácticamente todos.

Todos son responsables. Aquí no se salva ni el apuntador. Pero si ha habido algo que me ha indignado sobremanera ha sido la prepotente salida de tono de Ciudadanos en el último minuto del partido con esa su propuesta postureo de abstención. Que no se diga que yo no he ayudado a desbloquear la situación, debió pensar él, que no sabe estarse quieto ni un segundo. Y en plan perdonavidas dejó caer sus tres condiciones.

En fin, la política se ha convertido en un circo mediático y eso hace que sus actores no se centren. Están demasiado pendientes de quedar bien en redes y muy poco de solucionar los problemas de la gente.

Quienes tienen algo de esperanza en mejorar el mundo y creen en la democracia han visto cómo, con su actitud ególatra y soberbia, los políticos hacen añicos sus ideales.

Y ahora nos piden que votemos sin creer. Que lo hagamos movidos por el miedo. Cuando cualquier persona en su sano juicio no se prestaría a votar sin fe.

Pero sentimos el acecho de una ultraderecha mentirosa y manipuladora que considera los crímenes pasados meros hechos históricos y no empatiza con sus víctimas. Y que a día de hoy insiste en negar evidencias tan graves como la violencia de género intoxicando la realidad con datos de una falsedad inadmisible. Como cuando se dijo que la mayoría de niños mueren a manos de sus madres.

Es doloroso y vergonzoso escuchar afirmaciones de ese calibre y sólo puedo pensar que los de Vox que boicoteaban el acto de la última mujer víctima de violencia machista (asesinada en la calle frente a sus hijas) han debido tener experiencias traumáticas. Si no ellos directamente, tal vez sus familiares cercanos debieron caer en las redes de auténticas delincuentes. Si no, no me explico su incapacidad para reconocer la realidad.

En algunas de sus afirmaciones se refieren a un modelo de mujer que debe representar al 1 % de la población femenina española. No alcanzo a identificar ese perfil en la cercanía y por eso cuando dicen esas barbaridades a mí me viene a la cabeza la sombría imagen de Ana Julia Quezada, la asesina del pequeño Gabriel. Y pienso, será que está lleno de mujeres así y yo no me he enterado aún.

Y se me revuelven las tripas sólo pensar que esta misma ultraderecha aproveche nuestro hastío para sacar aún más pecho.

Sólo por esa razón, y a pesar de haber dicho todo lo contrario, iré de nuevo a votar. Para que el peor escenario posible no se haga realidad.