Las políticas monetarias no están dando resultados satisfactorios para la economía ni para el empleo, pues deben tener una caducidad temporal, por lo que los ojos se vuelven a los países de la UE exigiéndoles una nueva política fiscal para que gasten e inviertan más.

Pero claro, algunos países tienen un déficit público importante y/o un nivel de endeudamiento por encima de lo aconsejable, y los sueldos y salarios aportan, cada vez menos, a la renta disponible, lo que dificulta la necesaria disminución de impuestos y el incremento de inversiones.

Se va cumpliendo el axioma de que el sistema financiero debe ser un punto de apoyo de la economía real y no al revés.

Además, debemos analizar con cierto rigor la fluctuación de las cotizaciones bancarias en la bolsa, donde comenzaron bajando por el abaratamiento de los tipos de interés que se aplican al dinero, hasta el -0,40%, y se dispararon al alza una vez analizado que el cobro al exceso de liquidez y depósitos a plazo, puede ahorrar a la banca unos 4.000 millones de euros anuales.

Con ello se apuntala la gran banca, por otro lado necesario, y se deja en manos de los países, tal como comentaba, el estímulo sectorial a la economía real.

Vaya como ejemplo que la producción industrial suma dos meses en negativo, acusando la ralentización de los mercados, así como la más que asumida tendencia a la baja del consumo, pernoctaciones y número de turistas extranjeros y el efecto multiplicador que tendrá en comercio y hostelería.

Decisiones que se acometen desde una profunda división en las instituciones financieras y en los gobiernos con una disyuntiva importante: ¿Tienen miedo a tomar decisiones por la economía y el empleo? ¿O al fracaso?

*Vicepresidente del Consorcio de la Zona Especial Canaria