Nada resulta tan difícil como justificar un error propio y/o ajeno y nada es más engorroso cuando la metedura de pata toca a entidades públicas -ahora a la Organización de las Naciones Unidas- a las que suponemos la máxima seriedad y solvencia.

En su sede de Nueva York, a la puerta del Consejo de Seguridad y desde 1985, cuelga un tapiz donado por el grupo Rockefeller, reproducción a escala del Guernica, tejido en el taller francés de Baume-Durbach, con la supervisión del propio Pablo Picasso; hasta hace días, en su catálogo artístico se definía con una bochornosa leyenda: "Protesta contra las atrocidades de la República durante la Guerra Civil Española".

La campaña de la plataforma Nueva Cultura que pidió firmas para exigir la corrección del disparate, publicitada por El País, obligó a Stéphane Dujarric, portavoz de la ONU, a comerse el marrón y, empalagado, pedir disculpas al Gobierno y pueblo de España "por un horrible error, que será subsanado de manera inmediata". "Sabemos perfectamente que los republicanos fueron las víctimas y no los autores de los bombardeos", añadió a la vez que anunció el cierre temporal de la página web.

El trágico episodio ocurrió el 26 de abril de 1937, cuando aviones de la Legión Condor alemana -Hitler y Musolini apoyaron el golpe de estado y el bando faccioso que encabezó Franco- arrojaron más de treinta toneladas de bombas explosivas sobre la ciudad vasca como intimidación y escarmiento por su fidelidad republicana. El lienzo fue encargado por el Gobierno legítimo y presidió el Pabellón de España de la Exposición Universal de París. Tras un largo exilio que incluyó la gira por varias capitales europeas y americanas y la estancia provisional en el MOMA, llegó a Madrid el 10 de septiembre de 1981, "con las libertades democráticas, restablecidas", condición exigida por el genio malagueño y cumplida con el Gobierno de Adolfo Suárez.

Primero en el Casón del Buen Retiro, anexo del Museo del Prado, y hoy como eje estético del Reina Sofía, el Guernica es, sin ningún género de dudas, el cuadro más famoso del siglo XX y un expresivo símbolo del horror de la guerra civil que aún mantiene heridas abiertas y asignaturas pendientes. Como para que la ONU se equivoque con lo que es y lo que representa.