Durante lustros descalificó, insultó y condenó a los partidos que gestionaban el gobierno municipal y, muy insistentemente, al que ganaba las elecciones, una anécdota que se explica porque la gente es imbécil sin remedio, hizo un mal bachillerato o está perversamente manipulada. Agredía a los partidos, pero lo hacía, como es obvio, a través de sus cargos públicos y militantes. Siempre desconoció la expresión adversario, invariablemente prefirió y abonó la de enemigo. Este es un breve florilegio de insultos recogidos en algunos plenos (y en varias entrevistas periodísticas) durante el mandato anterior y espetados en la cara a los ediles presentes: delincuentes, inútiles, chupones, vividores, canallas, mafiosos, corleones, incapaces, ignorantes, brutos, ladrones, corruptos, mentirosos, irresponsables, sinvergüenzas, farsantes, vagos, sospechosos habituales, enchufados, mezquinos, tumores cancerosos, manipuladores, acomplejados, ruines, prevaricadores, analfabetos, lepra, dictadorcillos, ineptos, hipócritas, embaucadores, tahúres, forajidos, atracadores, facinerosos. La lista, desde luego, no es exhaustiva, y no incluye algunos tuits creativamente oligofrénicos, como aquel, inolvidable y sin duda ya olvidado, en el que mostraba su alivio porque los caciques actuales -en referencia, por supuesto, a Coalición Canaria- al menos no metían en un saco y tiraban al mar a gente como él. Que al cabo de casi cuarenta años de democracia municipal un individuo con despacho y sueldo de 52.000 euros anuales (más dietas) se compare con un asesinado por el franquismo linda con la indecencia, pero ilustra muy bien la visión de sí mismo, de la realidad política y de los valores democráticos del individuo.

Aun así hay que hacer notar que esta referencia corresponden al periodo más reciente: al de su anhelada institucionalización, después de que consiguiera apoquinarse una soldada gracias a la generosidad de Juan Miguel Mena. Cuando en 2015 decidió -junto a la mayoría de sus compañeros- que lo mejor era sonreír -ah, la revolución odontológica del siglo XXI- y comportarse como buenos pibes y pibas: una fuerza tranquila y moderada que no se comerá obispos, ni subirá impuestos, ni impartiría doctrina, ni vetará a nadie -por repugnante que sea- para acabar con el malvado régimen. No le fue demasiado bien, Perdió cerca de 1.000 votos y un concejal, pero el pacto con el PSOE y Avante y la primera tenencia de Alcaldía han borrado cualquier conato de insatisfacción propia o malestar colectivo.

Ahora se ha publicado una foto en la que aparece con traje y pajarita disfrutando de copichuelas en la terraza de un hotel de cuatro estrellas durante las fiestas de El Cristo y en las redes sociales estalló un vacilón entre gente de CC y gente que no es de CC. El señor teniente alcalde se ha irritado mucho. Y ha exigido respeto. Ese mismo respeto en el que se ha ciscado en innumerables ocasiones desde la convicción de una impunidad descarada, en la que no ha estado ausente ni la mentira ni el cinismo. La foto, en sí, no es gran cosa. Su reacción, en cambio, es una cabal confirmación de su personalidad política. Ustedes no me merecen respeto alguno, como ha demostrado hasta la náusea. Pero yo demando respeto. No saben ustedes de quién están hablando. Soy del pueblo, soy de izquierdas y me compro los trajes en Almacenes Herrero.