La frecuente inanidad de los cambios político-electorales tiene en España su mejor materialización en los actos religiosos. En un país en el que la aconfesionalidad del Estado -un precepto constitucional- no goza de inmejorable salud y cualquier propuesta laicista es tachada rápidamente como un ataque a la libertad de expresión, cuando de no como una provocación innecesaria, la unanimidad alrededor de las procesiones, los cristos y las vírgenes, va siempre como la seda. Es como la perpetua renovación de la alianza entre el Trono -el poder temporal- y el Altar -el poder espiritual-. Desde el pasado julio La Laguna tiene alcalde socialista y el gobierno municipal está integrado por tres partidos dicen que de izquierdas, pero, por supuesto, esto no influye para nada en la participación política en las Fiestas del Cristo, como estoy seguro que no afectará al pastón que se le concede regularmente a las Hermandades, encabezadas por la más elitista y pitiminí, la Pontificia, Real y Venerable Esclavitud del Santísimo Cristo de La Laguna. El joven alcalde socialista estaba presente -sin duda el que tenía más difícil escaquearse, aunque se mostraba encantado en el chaqué- pero también pudo contemplarse el pasmoso espectáculo de Santiago Pérez llevando el pendón o al pendón llevando a Santiago Pérez, con tal brío y fría pasión lo sujetaba. No es la primera vez, desde luego. Porque Santiago Pérez entiende perfectamente que la procesión no es (solamente) un acto religioso, sino toda una liturgia del poder en el que lo político y lo eclesiástico se apoyan y legitiman mutuamente en un formato ritual. Después de sus éxitos políticos y judiciales Pérez demanda reconocimientos como un personaje sin duda modesto, pero también histórico, y eso incluye desde el pendón procesional hasta las entrevistas con periodistas desahuciados que en el pasado lo ridiculizaron sin piedad durante lustros.

No es irrelevante la actitud de los nuevos y renovados gobiernos municipales de izquierdas frente a las iglesias y, en particular, frente a la Iglesia Católica. Los partidos que sostienen al gobierno municipal lagunero, sobre todo Unidas se Puede, fueron beligerantes frente al proyecto de abrir un tanatorio en la plaza del Cristo por parte de la muy influyente Esclavitud. El proyecto técnico, que ya está concluido, incluye la instalación del tanatorio en un espacio anexo a la denominada Casa de los Esclavos, el recinto que se sitúa junto al denominado Real Santuario. Como tantas otras cosas, el gobierno municipal presidido por Luis Yeray Gutiérrez ha preferido guardar silencio hasta ahora. La Laguna podría ser un laboratorio avanzado para reconfigurar las relaciones entre las instituciones públicas -el propio ayuntamiento- y los intereses de la Iglesia Católica como organización autónoma de la sociedad civil. Es sumamente improbable que ocurra nada de eso. Ni siquiera cabe esperar que los concejales podemitas rezonguen demasiado: se limitan a no salir de sus casas en los días de guardar o procesionar, para que no los confundan. Porque no se trata de no asistir, simplemente, a las ceremonias religiosas, sino de elaborar propuestas que sean asumidas por el equipo de gobierno y puedan marcar la diferencia imprescindible desde un concepto aconfesional de la política y de las relaciones sociales.