Como ya es casi inevitable la convocatoria de unas nuevas elecciones generales -lo penúltimo por ver: Pablo Iglesias pidiendo al Rey que haga entrar en razón a Pedro Sánchez- este estúpido debate cuenta de nuevo con combustible, y me refiero a la cantinela del acuerdo electoral entre CC y Nueva Canarias en el próximo Gobierno como primer paso hacia un horizonte de unificación del nacionalismo canario. Ahora vuelven análisis y remedos de análisis que recuerdo hace veinte años, en los que CC es el PNV y NC es Eusko Alkartasuna según unos o Euskadiko Ezquerra según otros más o menos pánfilos. Esa suerte de modelo comparativo -por llamarlo así- no sirve para entender nada, al contrario, termina por cegar cualquier comprensión cabal del actual ecosistema político canario y su pasado reciente. ¿Qué tendrá que ver Coalición Canaria con el Partido Nacionalista Vasco? Nada. Ya les gustaría a los coalicioneros -presentados a menudo como genios del mal de un régimen casi indestructible- haber dispuesto del control social y la influencia ideológica de los peneuvistas durante los últimos cuarenta años, a los que la izquierda ha sostenido en el poder cada vez que lo ha necesitado, salvo el breve paréntesis de Patxi López como lehendakari. Más que jugar a los cromos comparativistas había que emprender una sociología política que nos ayude a entender las cosas. No, CC no es nada remotamente similar al PNV, ni NC a EA, ni demás zarandajas. La debilidad de los partidos políticos canarios como organizaciones semiprofesionalizadas y su relación con una sociedad civil todavía insuficientemente vertebrada y autónoma serían asuntos relevantes, entre otros, en un programa de investigación.

Por lo demás, nadie en el chato y poco rutilante universo nacionalista está particularmente interesado en esas martingalas. Para CC un apoyo de NC no contribuye a garantizar nada en ninguna de las dos provincias. En realidad, CC vive instalada en una apoplejía mientras en la zona oscura del cerebro maniobra discretamente Fernando Clavijo para que su liderazgo sea consagrado el próximo año. Y Nueva Canarias -lo ha dejado claro Román Rodríguez en sus recientes declaraciones sobre el particular- no tiene mayor interés en un acuerdo que ayude a resucitar propagandísticamente a Coalición. En realidad, NC es partícipe -con matizaciones y, sin duda, con excepciones entre sus militantes y simpatizantes- de la hipótesis compartida por sus hoy aliados gubernamentales: lo mejor que pudiera ocurrir es que CC desapareciera o se centrifugara en dos o tres partidos insularistas con los que eventualmente negociar acuerdos en cabildos, ayuntamientos o en la misma comunidad autonómica. Todos -también el Partido Popular- se verían beneficiados al repartirse los despojos electorales de los coalicioneros, aunque sería NC la fuerza menos beneficiada, salvo, por supuesto, en Gran Canaria. El propio Rodríguez -valga como ejemplo- le propuso formalmente a Narvay Quintero el pasado julio que continuara en el Ejecutivo como consejero de Agricultura y Pesca, es decir, que lo hiciera AHI, lo que no parece indicar una actitud particularmente constructiva sobre la supuesta reconciliación nacionalista en los próximos meses ni en los próximos años.