La nueva consejera de Educación, María José Guerra, ha descubierto que hay 77 centros de enseñanza en Canarias que son barracones, eufemísticamente llamados "aulas modulares". Pero llevan años funcionando. Eso impide que sean una sorpresa para nadie. Hay islas y municipios donde las administraciones han tenido que correr tras la explosión demográfica causada por la inmigración laboral. Y si eso se mezcla con la incompetencia y la escasez de recursos, es un cóctel molotov. Es normal que Guerra se haya cabreado -falta que explique cuánto y sobre todo a quién se le ha pagado el alquiler de esos barracones durante tantos años-, pero sus palabras, que son justas, también son un búmeran. Poner el foco sobre estas impresentables carencias es un arma de doble filo si la persona encargada de resolverlo -la misma consejera- no cuenta con los suficientes recursos para solucionarlo. Que es por cierto la pinta que tiene.