Sin duda, hay momentos en que nos sentimos enfadados, de mal humor, parece que vivimos enfadados con la vida, nuestro estado de ánimo parece nublarse, lo que nos bloquea y nos traslada a la ira en un simple salto.

El estar en un mal humor constante nos causa malestar psicológico y un alto desgaste emocional que ataca a nuestro sistema inmunológico. Según un estudio de la Universidad de Harvard, aumenta el riesgo de sufrir problemas cardiacos y es un hábito dañino para nuestra salud.

Las personas que están mal humoradas y viven en un estado de enfado y rabia constantes son más irritables, lo que les hace reenfocar su atención a los obstáculos que les impiden la consecución de sus objetivos vitales. Esta situación les hace sentirse culpables y sienten que su responsabilidad aumenta ante los posibles errores, lo que les hace trasladar hacia el exterior su frustración transformada en ira o rabia, dirigiéndolas hacia las personas, situaciones, etc. y nunca hacia su propia frustración, que como dijimos ya es causada por no haber conseguido un logro vital. Además, este mal humor nos genera la necesidad de actuar física o verbalmente de modo intenso e inmediato.

Seguramente te habrás preguntado qué procesos y situaciones te trasladan a ese mundo de confusión donde todo se ve de otra manera, como si las gafas con las que miras el mundo son diferentes, y te preguntas ¿a qué se debe ese cambio en la mirada?

En muchas ocasiones esto se debe a que en nuestra vida hacemos planes, nos planteamos sueños, y anhelamos la esperanza de que sucedan cosas, es decir, nos trazamos expectativas. Cuando estas no se cumplen, es decir cuando lo que esperamos que suceda según los parámetros que nosotros tenemos marcados, no se dan, pues en ese momento nos ponemos de mal humor. Esto sucede debido a que hemos entendido que esos objetivos eran alcanzables y los dimos como esperables y asumibles en función de nuestras posibilidades, esa sensación nos ayuda y nos da cierto sentido de control y de equilibrio de nuestra vida.

Este cambio en el estado de ánimo que marca la insatisfacción transformada en frustración ante una meta no cumplida, nos dura un tiempo. Lo que sucede es que si nuestro nivel de resistencia es alto, nuestra sensación de malestar disminuye, y por lo tanto los enfados no son tan intensos. Pero existen personas más estrictas en esta dimensión, que llevan mal cualquier cambio en sus planes y expectativas, de ahí que estas muestren explosiones de mal humor.

Por otro lado, también existen personas que no terminan de asumir determinadas cosas en sus vidas, no asumen los cambios, las variaciones en sus vida, viven negándose la realidad. En cierto sentido no terminan de entender el ahora o el presente, y se quedan anclados en un momento del pasado donde se sentían más capaces o seguros. Se sienten frustradas y continuamente molestas.

Por esa razón es importante que asumas que los retos, los objetivos y planes vitales son propósitos que transformamos en expectativas a evaluar, que nos permiten aprender a reenfocar nuestra vida, a trazarnos planes y reconducirnos hacia la transformación y el cambio personal. Por ese motivo, es importante potenciar nuestra tolerancia a la frustración, entendiendo que todo aquello que realizamos en nuestra vida, en sí ya es cambio, por lo tanto, es positivo, aunque no cumpla al cien por cien nuestras expectativas, pues nos pone en camino, nos guía y nos reconduce al cambio y el crecimiento personal.

*Psicólogo positivo