Llevo leyendo al profesor Manuel Cruz hace más de un cuarto de siglo, desde aquella magnífica reflexión sobre la filosofía del final de siglo, Narratividad: la nueva síntesis, y estoy pasmado por la desfachatez miserable de la campaña desatada contra el presidente del Senado. Presentar a Manuel Cruz, catedrático de la Universidad de Barcelona y director de su Departamento de Historia de la Filosofía y de la Estética, profesor visitante de una decena de universidades latinoamericanas europeas, autor de una amplia obra y uno de los introductores en España de la obra de Hannaj Arendt es una grotesca bajeza, una estupidez empapada en la ignorancia. La ignorancia es importante: como la inmensa mayoría de los lectores de periódicos y televidentes no tienen la más rapajolera idea de la identidad del profesor Cruz y su trabajo, ¿por qué no creer, si además me apetece creerlo, que es un menesteroso plagiador de tomo y lomo, porque en un manual no entrecomilló frases de otros autores sobre figuras filosóficas, porque en algunas ocasiones no los citó?

Creo que el doctor Cruz, simplemente, cometió un desliz que, sin duda, incluye una dosis considerable de engreimiento, quizás espoleado por las prisas para entregar el texto a los editores. Para caracterizar en un manual de divulgación la personalidad intelectual de algunos filósofos tomó en una decena de ocasiones frases de otros autores. A veces -como ocurre con Bertrand Rusell- ni siquiera se trata de un matiz interpretativo, sino de circunstancias biográficas. Como media copia tres frases en cada caso. No es un prodigio de elegancia, pero no está copiando la Lógica de Hegel ni el Ser y tiempo de Heidegger. Nada que justifique el festín de descreditarlo como filósofo, escritor y docente universitario. Nada que justifique la comparación con la escuálida tesis doctoral de Pedro Sánchez, entre otras razones, porque el presidente del Gobierno no se ha dedicado al profesorado ni a la investigación ni ha mantenido ningún compromiso intelectual. Basta con contrastar la (sin duda incorrecta) praxis académica que muestra el texto del manual con el resto de su obra especulativa. Si se toleran estos linchamientos, basados en una zafia mentira sin apenas excusa, se está contribuyendo a aumentar la degradación de la vida política del país. Porque no es mera casualidad que esta bazofia no se publique hace tres meses, sino ahora, en medio de una situación política crítica, precisamente ahora, cuando a los responsables del periódico ABC se les ha ocurrido que lo más conveniente era exigir la dimisión del presidente del Senado por no haber entrecomillado dos párrafos y media docena de frases en un manualito.

Uno de los centros nucleares del pensamiento de Manuel Cruz se dirige a la reflexión sobre las relaciones entre las identidades, la memoria y el desarrollo político y social. En el fondo -y es quizás lo más preocupante- esta fraudulenta escandalera tiene en su raíz un propósito chiflado, pero no irrealizable a efectos propagandísticos: borrar la memoria de la personalidad creativa y la obra filosófica de Manuel Cruz. Vaciar una experiencia intelectual de medio siglo, anular una amplia bibliografía traducida a varios idiomas, suprimir el límpido compromiso político de un hombre decente. No lo conseguirán. Pero ya es suficientemente repugnante que lo intenten.