Las flores han decidido reunirse en un ramo. El pacto de los cuatro partidos que se hicieron con el poder en Canarias, tras el peripatético recorrido por todas las estaciones del fracaso de sus adversarios, ha decidido reunirse para analizar las cuentas que les esperan el próximo año.

Frente a lo que pensaban cuando habitaban la fresca y dulce sombra del almendro de la oposición, las circunstancias están mudando a mal. Después de instar al Gobierno de los nacionalistas a gastar el dinero que le sobraba, a pasarse la regla de gasto por el refajo y a desobedecer a los vampiros de la Hacienda central, han aterrizado en una cruda realidad. No solo no sobra pasta, sino que falta. Madrid sigue reteniendo el dinero de las autonomías, que les corresponde por la transferencia de servicios públicos del Estado. Y a Canarias, además, el del convenio de carreteras, el de obras hidráulicas, de empleo, de turismo... No llega un puñetero duro y los viajes al foro y las entrevistas con la ministra de Hacienda terminan con amables abrazos y besos, pero con las mismas telarañas en el bolsillo.

Ante la adversidad funciona la imaginación. A la fuerza ahorcan. Román Rodríguez ha empezado a acariciar la idea de que con cuatro chihuahuas bien se puede hacer un pastor alemán. O lo que es lo mismo, que uniendo los fondos de la PCI (cincuenta millones), los de empleo social (veinte millones) y metiendo cien millones de una subida del IGIC, casi se pueden sacar los fondos para crear la ya famosa renta básica de 600 euros que llegaría a unas cuarenta mil personas. O sea, estirar el chicle. Pero la pinta que tiene la recaudación del IGIC es que va camino del patio de los cangrejos, con el descenso del turismo y las primeras dentelladas de la crisis peluda. La ingeniería financiera, por muy brillante que sea, da para lo que da.

El flamante Gobierno ha acometido la tarea de escribir un nuevo relato. Uno que ya no es la multiplicación imposible de los panes y los peces, sino el del crudo pragmatismo. No habrá Gobierno en Madrid hasta las calendas de enero. Y eso con mucha suerte. Y si no se puede abrir el grifo del Estado, lo que toca es subir impuestos en Canarias. Pero no para cumplir un programa social, que ya casi se ha convertido en una fantasía increíble, sino para mantenerse a flote.

Los partidos del pacto tienen que hacer la dolorosa digestión de que la reducción de las listas de espera, la mejora de la educación o el empichado general de todas las Islas se han convertido en objetivos fuera de alcance. Si vienen tan mal dadas como parece; si los británicos dan la espantada y se les cae la libra; si los alemanes se mosquean y dejan de venir a tostarse y si la economía de la zona euro se mete en el congelador... Si pasa todo eso -que no es imposible-, lo que nos va a preocupar será sobrevivir.