Falleció el doctor Chiscano, una triste noticia, falleció un canario enamorado de su tierra, un hombre apasionado en todo lo que hacía. Tuve la suerte de conocerlo hace unos años, cuando me desplacé por motivos profesionales a San Antonio de Texas; allí experimenté sensaciones que, a un canario y ciudadano del mundo, no le pueden dejar indiferente, sino más bien todo lo contrario. Para nosotros, que nacimos y vivimos aquí, la tierra es algo dado, no es el caso de otros que están fuera, esa necesidad, absolutamente humana, de sentir un origen. Observar, entender, admirar y compartir el amor que profesan los miembros de la Asociación de Descendientes de las Islas Canarias de San Antonio por su tierra original era una experiencia verdaderamente emocionante, el orgullo que mostraban y sentían por seguir vinculados a sus raíces, a esas quince familias canarias que fundaron la ciudad allá por 1731.

Me encanta ese sentimiento, observándolos a ellos nos apreciamos más a nosotros mismos.

El doctor Chiscano, cirujano cardiovascular nacido en Tenerife y Medalla de Oro de Canarias en 1999, era el alma de la asociación, pasional, vehemente, generoso, su compromiso por promover la relación con las Islas era absoluto, incluso con su patrimonio personal si era necesario. Nos caímos bien desde el primer momento, yo admiro a la gente que demuestra pasión en lo que cree, y supongo que a él le habrá gustado mi necesidad por ampliar fronteras. Empecé a ser uno de los habituales en sus famosas llamadas de teléfono desde el otro lado del Atlántico. Durante muchos meses me estuvo llamando varias veces en semana, a la hora que fuera, a las siete de la mañana o a las diez de la noche si era cuando le venía bien, no le importaba si era martes o domingo. Yo siempre le respondía de inmediato, y a él le encantaba eso, me decía que así era como tenía que ser, que cuando él llamaba a la Casa Blanca y preguntaba por el presidente se ponía, y que en Canarias no iba a ser menos, así se construyó esté país, Carbajal, respondiendo las llamadas; claro que sí, doctor Chiscano, le respondía yo convencido. Después procedía con sus largas y entrañables conversaciones en las que iba saltando de un tema a otro sobre todas las iniciativas que tenía con Canarias, las adornaba con sus ideas políticas e ideológicas, y si le hacía algún comentario sobre ellas me las rebatía con firmeza; después marcábamos la tarea que teníamos que hacer ambos para los próximos días hasta la siguiente llamada, y así iban avanzando las iniciativas previstas, y así iba construyéndose nuestra relación. Cada vez que colgábamos me quedaba impresionado, y pensaba que era toda una experiencia poder tratar con una persona como él, tan apasionado, tan dinámico a pesar de sus ochenta años, tan enamorado de su tierra.

Pero el doctor Chiscano tenía algo más, conocía la realidad de Canarias, pero la observaba con los ojos de quién ha vivido y se ha formado fuera. Muy orgulloso de su Texas y de sus EE UU, miraba a las Islas de una manera distinta a la que las miramos los que vivimos aquí. No es lo mismo vivir mirándose a sí mismo, que conocerte y observarte desde una cierta distancia, sabiendo todo lo que rodea el mundo, sus oportunidades, y el doctor Chiscano nos miraba de esa manera. Promover las mutuas influencias entre Canarias y EE UU a través de sus comunidades de descendientes, ampliar horizontes, aprovechar los beneficios de las relaciones internacionales, el intercambio, los idiomas, la exportación de productos canarios, la formación; no entendía de rivalidades insulares, esfuerzos fútiles cuando se observan desde el exterior, que nos ven como un todo, como un archipiélago, y le desesperaba los procedimientos de una administración que deseaba fuera más ágil. Pero él nunca desfallecía, siempre adelante, siempre optimista, siempre con ganas, siempre con fuerza, siempre queriendo, por encima de todo, promover iniciativas entre San Antonio de Texas y sus amadas Islas Canarias.

Un hombre entrañable, sin lugar a duda. Doctor Chiscano, aunque fuese solo al final de su vida, fue un verdadero placer conocerle. Canarias y San Antonio han perdido mucho con su marcha. Ojalá podamos tomar su relevo.