Septiembre es un mes extraño. Las mochilas escolares, también las políticas, se llenan de buenos propósitos para el nuevo curso. No llegan a ser tan quiméricos como los que se proyectan sobre las campanas de final de año -esas en las que nos fijamos ir al gimnasio al menos una vez a la semana, dejar de fumar y avanzar un poco más allá del Yes We Can con el inglés-, pero con el bronceado aún a flor de piel nos atrevemos a imaginar un futuro prometedor. En las aulas ya se escuchan los gritos, las guerrillas de WhatsApp regresan al hemiciclo y a las cámaras autonómicas y, por supuesto, Pedro Sánchez debe aprobar las asignaturas que le quedaron pendientes en julio.

Al socialista todavía le restan varias jornadas de estudio, pero la amenaza de una nueva cita electoral lo obliga a mantener pegado su trasero a una silla hasta que las posibilidades de no poder llegar a formar gobierno sean una certeza absoluta... Septiembre es un mes de reválidas y la suya con los votantes puede que no sea tan plácida como indican las encuestas. Él y los que hoy tienen asegurada un acta se pueden encontrar en una posición difícil... Pablo Casado (Partido Popular), Albert Rivera (Ciudadanos), Pablo Iglesias (Podemos) y Santiago Abascal (Vox) saben que están al borde del descuento. En esa tesitura, aunque a una escala distinta, se mueve Coalición Canaria. La pregunta es sencilla: ¿Nos olvidamos de todo y pactamos?