Desde hace más de uno año hemos escuchado muchísimas veces eso de que "hay una comisión que está estudiando por posibles efectos del brexit". No sé muy bien cómo se pueden estudiar los efectos de algo que no se sabe cómo se va a producir. Será que a las comisiones convocan a expertos en esoterismo, santeros y futurólogos.

En la actualidad no hay dios que sepa ni cómo ni cuándo se puede producir la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Para empezar no lo saben ni los propios británicos, antaño tan serios y fiables. Estamos con el síndrome del condenado a la silla eléctrica, en el corredor de la muerte, con tantos aplazamientos y follones, que uno empieza a tener ganas de que esto acabe ya en la tostadora. Yo estoy tan harto que les diría: si se quieren ir, váyanse ya de una puñetera vez. Casi como a Cataluña.

Para empezar, no habrá forma de evitar que la salida de Gran Bretaña nos afecte. Ninguna. No está en nuestras manos. De hecho, la actual situación de incertidumbre ya está transformando la realidad en muchas cosas. La libra, por ejemplo, se ha devaluado con respecto al euro. Una mala noticia para el poder adquisitivo de los turistas que vienen a las Islas. Y la economía británica está empezando a sufrir los primeros zarandeos de la huida preventiva de grandes empresas de sus sedes en Londres.

Pero mientras se nos pone el pelo blanco con la pérfida Albión y rezamos para que le sigan dando estopa a Boris Johnson, las cadenas de montaje de automóviles en España empiezan a preparar despidos masivos ante la caída de los mercados. Y la banca contempla también ajustes de personal que pondrá a otros miles de personas en la calle. La guerra comercial entre Estados Unidos y China va a causar daños colaterales en el mercado europeo. Y todo apunta a que la política que se empezó con la crisis de 2008, darle al manubrio para fabricar dinero por los bancos centrales, está llegando a su fin. Los expertos hablan ya de que vamos hacia un ajuste muy duro del gasto público de países que tienen una deuda insostenible e increíble, como por ejemplo España, que pasa ya del billón cien mil millones de euros.

No sé qué puede hacer una comisión macarronésica para analizar todo esto, salvo rezar el rosario. Pero si existe alguna en el Gobierno de Canarias, deben estar tomando litros de agua de tila. Si el turismo cae lo que dicen que va a caer -y las grandes cadenas hoteleras están lívidas- el paro en las Islas nos va a salir por las orejas. Los supervivientes de la última crisis aún no se han recuperado y difícilmente soportarán una segunda, seguida. Miles de pequeños negocios echarán el cierre y actividades de éxito, como el alquiler vacacional, pasarán a mejor vida. Propondría yo que a la próxima comisión de estudio de lo que sea inviten a un forense.