Esto de visitar ministros en funciones -y con un adelanto electoral ya casi decidido- para que solucionen problemas y abonen deudas y compromisos presupuestarios que ellos mismos han bloqueado es una de las grandes aportaciones del presidente Ángel Víctor Torres a la política. No lo está haciendo, por supuesto, ningún otro presidente de comunidad autonómica, pero Torres supone que si lo reciben ministros alcanza una estatura épica instantánea. Los ministros, ahora mismo, tienen mucho tiempo libre, y a nadie le hace daño hablar un buen rato de la nada nadeante. Por supuesto que te mandaremos los cuartos. Tú espera con disciplina socialista, compañero, que todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar. Torres sonríe. Sonríe todo el rato con un hociquito pletórico de esperanza.

A la vuelta de Madrid el viceRodríguez, en funciones de consejero de Hacienda, se reúne con Noemí Santana, consejera de Derechos Sociales, para "poner en marcha el proceso para establecer la renta ciudadana que tanto necesita esta tierra". El ringorrango retórico parece más propio de un encuentro entre dos administraciones o dos partidos políticos que una reunión de trabajo interna del Gobierno autónomo. Pero el viceRodríguez y Santana lo necesitan. Les urgía una pequeña escenificación sobre lo que el primero ha denominado "piedra angular" de la política social del Ejecutivo. Una renta ciudadana no supone, en ninguna democracia avanzada, el eje que articula las políticas sociales: tiene un carácter complementario y debe tener una vocación selectiva y temporal. Canarias necesita una mejor sanidad pública, una educación pública de mayor calidad desde la enseñanza preescolar a la universitaria, unos servicios sociales que funcionen razonablemente para atender a ancianos y dependientes, una administración de justicia que no sea un vertedero de frustraciones y burlas. Esos son los instrumentos -las políticas estructurantes- que garantizan un Estado de Bienestar potente y eficaz y sostienen la igualdad de oportunidades. Pero todo esto es ocioso, como la misma reunión, que se salda sin ninguna precisión mayor, salvo que la renta ciudadana "se materializará el próximo año". Todos sonríen mucho para enseñar los dientes y exponer su voluntad de demostrar que hacer historia y hacer la digestión se sintetizan en un único compromiso indestructible con el pueblo.

Las reuniones del Consejo de Gobierno son, ciertamente, más descansadas. Han consistido fundamentalmente en rellenar el organigrama de altos cargo de la Administración autonómica, pero no siempre se consigue. Teresa Cruz, la consejera de Sanidad, no ha podido hacerlo, porque Pedro Ramos, flamante senador autonómico y veterano maestro del clientelismo como compresa ideal -no se ve, ni se nota, ni se siente-, quiere poner a su gente. Que ceda la señora Cruz, tomando ejemplo del compañero Pedro Martín, presidente del Cabildo de Tenerife, que ha designado directores insulares -un pastón- a cuatro integrantes de la lista electoral de Ciudadanos, su socio manchado. A ver si se cierra definitivamente el Ejecutivo para que todo cambie con el fin de que todo -y particularmente lo malo- siga igual.