Extraña mezcla de arrogancia, de sentimiento de superioridad a la vez de autocompasión por la pérdida de un gran imperio, la psicología del pueblo británico explica el éxito del brexit.

Como se explica también con el mito nacional del llamado espíritu de Dunkerque, alusivo a la tenacidad, capacidad de resistencia y sacrificio mostrado por los británicos en aquella evacuación masiva destinada a salvar a las tropas aliadas que en mayo de 1940 habían quedado separadas de la retaguardia y a merced del Ejército alemán.

Sorprende a los europeos continentales que la inmensa mayoría de quienes votaron a favor del abandono británico de la Unión Europea sigan defendiendo esa decisión a pesar del caos y los sacrificios que nadie les había anunciado y que ahora muchos les vaticinan para el caso de ruptura total con la UE.

Y ello a pesar del riesgo de que el Reino Unido termine perdiendo a Escocia, que votó mayoritariamente en contra de la separación de la UE, de llegarse al brexit duro con el que amenaza y trata de chantajear a Bruselas el nuevo primer ministro, Boris Johnson.

Cualquiera que haya vivido en el Reino Unido y haya seguido diariamente los titulares de la prensa sensacionalista, pero también la más seria y conservadora -por ejemplo, The Daily Telegraph-, habrá visto cómo ese país parece no haber superado todavía la Segunda Guerra Mundial.

La propia Margaret Thatcher confesó al Daily Express en 1974, es decir al año siguiente de la entrada del Reino Unido en la UE, que seguía haciendo acopio de alimentos en su casa como habían hecho tantas familias británicas durante los años difíciles de la guerra.

Es como si los británicos siguiesen aún batallando contra Hitler: basta que se enfrenten equipos de ambos países en cualquier competición para que en sus titulares, los tabloides saquen a relucir aquella guerra y el espíritu de resistencia que contribuyó a la victoria sobre la Alemania nazi.

Al mismo tiempo, es como si hubieran sido sólo ellos, y no también otros europeos, los norteamericanos y por supuesto los rusos, con un sacrificio infinitamente mayor estos últimos que el de los británicos, quienes lograron entre todos frenar a Hitler.

El fantasma del Führer parece todavía perseguir a los británicos, y son muchos los libros de ficción, algunos de ellos best-sellers, como SS-GB, de Len Deighton, Fatherland, de Robert Harris, o Dominion, de CJ Sansom, que juegan con la distopía de un Reino Unido y una Europa dominados por Hitler.

Y es que para muchos ciudadanos de esas islas, si no ya Hitler, sí al menos Alemania ha terminado dominando al continente gracias a lo que consideran su creación: la Unión Europea y su Banco Central.

Y no parecen resignarse a que la que fue hasta hace menos de un siglo orgullosa cabeza de un gran imperio que, como canta su himno, "gobernaba las olas" haya podido terminar como un país europeo más bajo la férula alemana.

Nicholas Ridley, que fue ministro de Comercio e Industria con Margaret Thatcher y tan enemigo de los sindicatos mineros como la Dama de Hierro, consideraba que el Sistema Monetario Europeo era sólo un instrumento creado por la pérfida Alemania para dominar el continente.

Y cuando los políticos conservadores Edward Heath y Roy Jenkins decidieron la incorporación del Reino Unido al club europeo, hubo muchos británicos que los compararon con Arthur Chamberlain y el ministro de Exteriores lord Halifax, considerados máximos responsables del vergonzoso pacto de Múnich de 1938, que permitió a Hitler anexionarse los Sudetes.

El periodista irlandés Fintan O´Toole habla de una enorme contradicción entre el deseo que tienen los impulsores del brexit de reconstruir con los otros países de la Commonwealth y los EE UU un imperio a todas luces periclitado y su resistencia a aceptar cualquier regla que venga de Bruselas como si esto convirtiese a Gran Bretaña en una colonia de la UE1.

En el fondo, explica -y las declaraciones de algunos políticos tories parecen darle la razón-, la libertad a la que aspiran las elites que gobiernan el Reino Unido es la de "desmantelar todas las protecciones medioambientales, sociales y laborales" que el Reino Unido se ha visto obligado a aceptar y en las que sólo ven inútiles trabas burocráticas.

No deja de ser irónico que algunos de los políticos multimillonarios que hablan de "recuperar la soberanía" den consejos a sus compatriotas sobre la mejor manera de proteger sus fortunas de los efectos negativos del brexit, aprovechando las enormes ventajas fiscales que les garantizan lo mismo Irlanda que las islas del Canal o del Caribe inglés.

1. Heroic failure. Brexit and the politics of pain. Ed Head of Zeus, ltd.