Los recuerdos, buenos y malos, se agrupan en una gran tela llamada memoria. Los años, con firme voluntad, nos muestran que volver al ayer (la mayoría de las veces) es un cruce de opiniones. Pero, aún así, muchos días somos la voluntad firme del recuerdo y la decisión de una absurda simpatía.

El enamoramiento es la incapacidad de modelar con estima la razón. No obstante, junto a muchos errores, está la experiencia de vivir, la misma que se inquieta ante los tormentos y sonríe ante las decisiones valientes. El tiempo no trabaja en balde, junto a las reminiscencias del ayer (en ocasiones) viven las humedades de hoy. Hay relaciones dadas por muertas, que siguen estando vivas... La pasión es una bella dama parisina con ganas de vivir escenas de cama. Sí, la sexualidad, muchas veces, es el realismo evidente que con sutileza da armonía al deseo y lo convierte en decisión; lo malo es considerar que los deseos están mejor vestidos que desvestidos... La intuición es nuestra mejor confidente, la mayoría de las veces es el consejo que no nos proporciona nadie, y la que descubre lo que (por múltiples razones) queremos tapar. Junto a la música, revivimos la esencia lírica de nuestra vida... Hace pocos días (en un taxi) escuché una canción; la verdad sea dicha que me dejó pensando, junto al sentido de la letra encontré los elementos para hacerme muchas preguntas. La canción es de Camilo Sesto y se titula: El amor de mi vida. ¿Ustedes saben, quién es o ha sido, el amor de su vida? El miedo es un vulgar iletrado con aspiraciones de aristócrata, sean valientes y precisen el nombre de la persona, que sin reservas le otorgó garantías al amor hasta la inmortalidad. La vida no es un ideal consagrado; junto al absurdo juego de la comodidad muere el deseo. Tengan presente que vivir solo es tiempo, no busquen duelos con la razón y encuentren la fuerza para reunirse con personas que son ganas, deseo y sudor.