El Gobierno de Canarias quiere declarar la urgencia climática en Canarias. Que viene a ser algo tan práctico como si Villagrande de Arriba decide cambiar el coche del alcalde por una bicicleta. Porque es un hecho que el cambio climático nos trasciende. E incluso puede que trascienda a todo el puñetero ser humano y se esté produciendo porque toca y nos porque nos hayamos vuelto locos emitiendo gases contaminantes a la atmósfera.

Pero incluso en el melancólico ámbito de las medidas que se tomen a nivel local para afrontar un problema global, el asunto podría ser un brindis al sol que más calienta. La mayor contaminación ambiental de Canarias se produce por el intenso tráfico de barcos y aviones en el que se basa nuestra subsistencia. Traer y llevar a dieciséis millones de prójimos echa demasiada mierda a la atmósfera. Y por mucho que apostemos por las energías renovables, los aviones no vuelan con paneles solares y los barcos siguen consumiendo -de momento- fueles.

Existe, además, una incoherencia subyacente. Algunas de las fuerzas políticas presentes en el actual Gobierno han estado frontalmente opuestas al uso del gas natural en Canarias. Pero es un hecho que en estos momentos el suministro eléctrico de las Islas se basa en centrales de producción de energía que queman fueles a destajo. Y no entro ni siquiera a considerar la calidad de los fueles, que esa sería otra. La primera medida de urgencia contra la contaminación ambiental -la primera posible- entendiendo que el sistema energético tiene que contar con centrales de respuesta rápida, tiene que apoyarse en la sustitución de los fueles por un combustible mucho menos contaminante, como el gas.

Desconozco las medidas concretas que se derivarán de una declaración de urgencia climática, pero la ampulosa referencia al cambio de modelo económico de Canarias no deja de ser un lugar común especialmente visitado en las Islas por todo tipo de declaraciones. Canarias vive de la venta de servicios turísticos y del comercio. Punto y muy aparte. El transporte, alojamiento, desplazamiento, consumo de agua y luz y otros bienes por parte de los turistas que nos visitan produce un impacto que no va a cambiarse fácilmente. Potenciar las energías renovables para el consumo de energía eléctrica no solo está bien sino que es imprescindible. Pero eso no va a cambiar nuestro modelo económico ni de lejos. Los aviones seguirán despegando y aterrizando y los cruceros seguirán atracando en nuestros muelles. Y cambiar la flota de vehículos que queman derivados del petróleo es un proyecto a muy largo plazo.

Los cambios climáticos produjeron extinciones masivas de especies en el pasado, en términos de miles de años. Pero a muy corto plazo, nuestra mayor amenaza no es el calentamiento global, sino el enfriamiento económico. La fauna autóctona más amenazada, a la vista del panorama al que nos enfrentamos, somos nosotros mismos. No será cuestión de siglos, sino el año que viene. Y no será por los efectos del calor, sino por los de una mayor pobreza. No sé si lo contemplará el nuevo decreto.