Cuarenta mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas en España en lo que va de 2019, doce más que en el mismo periodo del año anterior, según el balance de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, actualizado a 19 de agosto. Las últimas víctimas incluidas en el macabro listado han sido la cirujana asesinada presuntamente por su pareja en el madrileño barrio de Tetuán, que deja un huérfano de ocho años y la mujer de 73 años asesinada a golpes por su marido en Jaén. He aquí los datos fríos que sin decir nada lo dicen todo. Doce asesinadas más y la normalidad con la que leemos las cifras de sangre. Estamos entre un fracaso social de enormes dimensiones. Cuarenta mujeres asesinadas en nueve meses es brutal. Ellos ganan por goleada.

Los periodistas deberíamos hacer un esfuerzo y evitar describir a los asesinos de mujeres con un era un buen vecino, siempre saludaba. Mentimos porque en general los vecinos no tienen ni idea de cómo es esa persona con la que coincidimos unos segundos en el ascensor. Decir con la más absoluta seguridad que al asesino desconocido es una buena persona, es un discurso que se desvanece en menos de nada y nos convierte en cómplices. Tienen dos caras y habilidad para la manipulación.

Lo sé bien; vaya que si lo sé. El líder de la secta del kárate, Fernando Torres Baena, el ideólogo del caso de abusos sexuales más importante de Europa, carismático y laureado, paraba todas las mañanas en la esquina de mi casa, a unos metros del gimnasio en el que violó y amenazó a decenas de niños, sus alumnos, que lo adoraban al tiempo que le temían. Yo misma lo miraba con admiración por su trato a los chicos, pero las apariencias engañan. Cuando poco después Los Ayala escribimos el libro sobre el caso descubrimos a un monstruo que hasta entonces era idolatrado.