Es tan evidente que no hay que explicarlo. Existen aún en nuestra sociedad una serie de prejuicios, costumbres y prácticas que perjudican de forma exclusiva a las mujeres, tanto en el ámbito social como en el laboral. Nuestro mundo está cambiando más lentamente que las expectativas de igualdad de las mujeres y por eso se han puesto en marcha una serie de medidas que se denominan de discriminación positiva. El término es un oximorón porque no puede existir ninguna discriminación que sea positiva, pero se trata de establecer, de forma excepcional y hasta tanto se consiga una igualdad de hecho, una serie de normas de obligado cumplimiento que garanticen la participación femenina en igualdad de condiciones que los hombres.

Una de las medidas estrella de este tipo de actuaciones son las listas cremallera en las que los partidos políticos están obligados a incluir a mujeres en términos paritarios con los hombres en las candidaturas electorales. Desde el punto de vista de la lógica es un disparate. En pura teoría habría que colocar a los mejores candidatos, sean estos hombres o mujeres. Pero como antes indiqué, se trata de una medida excepcional que pretende impulsar, aunque sea en términos que vayan contra una teórica eficacia, el ingreso efectivo de las mujeres en un protagonismo político que ha estado colonizado por los hombres.

En la actualidad vivimos un pequeño escándalo político que ha saltado a los medios. El PSOE ha decidido quitarse de en medio a Luis Ibarra, su cabeza de lista en el Cabildo de Gran Canaria, porque Antonio Morales (Nueva Canarias) no lo traga y se siente incapaz de cogobernar con él. Para que el pacto se mantenga los socialistas han decidido mandar a Ibarra a la Autoridad Portuaria de Las Palmas, donde ya estuvo y realizó una excelente gestión. Le dan un retiro de oro y lo apartan, aunque no sea discretamente.

El jaleo se ha montado porque la segunda en la candidatura es la socialista Isabel Mena y sin embargo la ejecutiva insular del PSOE ha elegido como portavoz a Miguel Angel Pérez, en lo que la propia afectada considera que es "saltarse la lista". Lo que pasa es que estamos ante otra cosa que tiene poco que ver con lo de las listas cremallera. Cuando un partido decide quién va a ser el portavoz de un grupo en una institución no tiene por qué seguir el orden de una candidatura. No se puede alegar la existencia de un derecho basado en un orden jerárquico que no existe. La señora Mena puede ser tan buena portavoz como el señor Pérez o como cualquier otro del grupo en el Cabildo grancanario, pero su elección no se deduce del simple orden de precedencia en la lista electoral, sino de la decisión de quienes eligen.

En realidad, la designación de Miguel Ángel Pérez se ha hecho en clave interna de los poderes del socialismo grancanario. Lo que nos lleva a los intereses de unos grupos y de otros, de esas familias que existen en todos los partidos. Que quienes defienden a Mena -e incluso ella misma- hayan argumentado que se trata de un caso de discriminación en razón de sexo, es extremadamente demagógico y bastante falso. No porque en el PSOE no exista tal discriminación -aunque haya bastante menos que en otros partidos- sino porque no es el caso. Es una batalla de poderes internos, pura y dura. Y para hacerle frente no deberían manosear en su defensa algo tan repugnante como la frecuente minusvaloración de las mujeres para un puesto en el que serían perfectamente competentes. Porque es algo que pasa con frecuencia pero no es el caso del PSOE, a pesar de sus muchos defectos, ni es el caso que nos ocupa.

A la señora Mena se la han fundido porque no es de la confianza de Chano Franquis. Y le hubiera pasado igual de ser hombre, transexual, no binaria o alienígena. La política canaria nunca ha dejado de ser un patio lleno de puñales.