Como todo quisque, me despierto sobresaltado con el menú diario que incluye los horrores fijos de Oriente Medio, que no se quedan en el Daesh; los dislates del ocurrente Trump, el coreano Kim Jong-un, el bárbaro Salvini, que libera viejos demonios de Italia y Marine Le Pen que intenta arrastrar a Francia a la sima de las fobias; en Putin que achicó y ridiculizó el poder de los soviets; en la broma de la UE, incapaz de garantizar la cohesión de sus socios e Iberoamérica con botones tan chuscos como el mosaico cubano, el costoso capricho brasileño de Bolsonaro, el fantasma Maduro, el virado Daniel Ortega? Para eludir pesos gástricos y de conciencia, asumo las diferencias y los diferentes pero no doy tiempo a sus credos porque, a estas alturas, ni soy redentorista ni me dejo catequizar y, además, padezco una incurable alergia a los negacionistas -y todos éstos lo son- que, desde el holocausto judío al cambio climático, rechazan las realidades contrastadas para escapar de las verdades incómodas.

El 28 de agosto y porque el texto "repetía consignas progres", Francisco Alcaraz, solitario representante de Vox en el Senado, frustró una declaración institucional sobre los incendios de Gran Canaria que valoraba "la entrega, sacrificio y valentía" de cuantas personas intervinieron en la extinción y evacuación de las núcleos afectados, y pedía a las distintas administraciones "atender a los damnificados y recuperar los ecosistemas devastados, acentuar las labores de vigilancia y prevención y la planificación territorial y gestión forestal".

El representante de la ultraderecha aprovechó la exigencia de la Diputación Permanente del apoyo unánime de los partidos para boicotear el manifiesto; luego criticó a la inmensa mayoría por "blanquear la mala gestión" de los gobiernos autónomo y central y "unirse al relato del cambio climático que nada tiene que ver con las consecuencias de los incendios". Alcaraz recibió palos de toda la Cámara baja, incluidos sus socios del PP y Cs; lógica reacción y craso error; a los negacionistas hay que dejarles que hablen cuanto quieran hasta que, enronquecidos, acudan al lenguaje de los signos y aún, entonces, darles más cancha pero ninguna atención ni interés; no merecen ni el cabreo callejero ni la ira divina; bastante castigo tienen cada día con tapar el sol con su dedo índice.