La primera y esporádica fundición del centroderecha no se puede decir que cosechase demasiado éxito, acto seguido en las urnas. Recuerden la famosa foto de Colón y la rentable apelación al voto del miedo por parte de la izquierda. Ahora se anuncia la refundición, con un sentido más práctico o utilitarista y pensando en las presumibles elecciones de noviembre. El invento lleva por nombre España Suma y es una hipótesis nacida del buen resultado obtenido en Navarra, por mucho que el germen de la idea finalmente no sirviera de gran cosa. El Partido Popular ha extraído la lectura del fracaso del voto fragmentado y pretende convencer a Ciudadanos de la necesidad de plantear un mismo frente. Las prioridades parecen ser la unidad de España y menos impuestos, algo que permitiría sumar también a Vox, que comparte esos puntos de vista. El problema es que el partido de Abascal terminará, mucho me temo, por convertirse en una vez más en una perniciosa coartada en manos del agitprop de la izquierda. Vox, además de bajadas de impuestos y la unidad del país, defiende un populismo de barricada ultraderechista poco digerible para los electores moderados, y en cambio de fácil reutilización propagandística por los adversarios. España Suma manejará como argumento electoral el hecho de que exista otra España que resta, de la que el PSOE parece incapaz no solo de disociarse, sino que en algunos momentos y por razones de estrategia se une a ella. De esta España que resta forman parte los populistas de izquierda, el nacionalismo separatista y los viejos cómplices de ETA. El fin del bipartidismo ha traído como consecuencia los dos bloques y que no exista una alternativa a corto plazo al mayor escenario frentista planteado desde la Guerra Civil. Es la vuelta de las dos Españas, un asunto sombrío de lo más inquietante.