Es tarea de todos que los enormes depósitos cargados sean bombeados para que el submarino alcance el nivel de superficie. No depende solo de las autoridades, sino que es tarea de todos los ciudadanos. Cada uno pude expulsar sus pocos litros de agua que hacen que, en su conjunto, la sociedad mantenga inmersa este potente medio económico amparados en un planteamiento del todo insolidario.

Algunos economistas se atreven a hablar del 30% de economía sumergida en nuestro país. Otros son más optimistas y reducen el porcentaje. La economía sumergida es toda actividad económica que escapa al control de Hacienda y de la Agencia Tributaria. Como es lógico, esta actividad no contabiliza directamente en el PIB de un país.

Esta economía sumergida supone actividades que salen más barata, produciendo una competencia desleal e ilegal respecto a empresas que realizan su actividad económica en regla. A su vez, al no pagar impuestos, realizan fraude laboral, al contratar trabajadores a los que se paga en negro, es decir, sin control de la Administración. El pagador se ahorra tributos, el trabajador puede realizar actividades paralelas ya que este dinero abonado no se contabiliza en ningún lado.

¿Y de dónde sale el costo de la educación universal y gratuita de nuestro país? ¿De dónde se obtienen los recursos que se invierten en los hospitales y servicios sanitarios de nuestro país? ¿De dónde salen los recursos públicos que administran los ayuntamientos, los cabildos y la administración del Estado? Puede que no estemos de acuerdo con todo este proceso de administración de lo público, pero ampararnos en ello para no contribuir con las necesidades del común de la sociedad, utilizando este submarino cargado de indignidad para quien trabaja sin derechos salariales o provocándole su insolidaridad al asumir lo que podría asumir otro trabajador, tanto en recursos sociales como en inserción laboral, es un acto cainita; individualista e insolidario. Contra esto hay que luchar.

Este fenómeno no es causado exclusivamente por las grandes fortunas o las empresas que cotizan en bolsa. Tú y yo somos copartícipes de esta lamentable situación. No es fácil salir de este círculo para muchas personas que no tienen otro recurso económico que el que logran a través del mercado negro, tal vez porque la legislación, en ocasiones, limita la regularización de su situación, pero hemos de comenzar ya a denunciar con nuestro testimonio personal este potente recurso económico que mantenemos entre todos hundido.

Bastaría con pedir factura de todo producto que adquiramos. Bastaría con no pedirle trabajo (por pequeña que sea la chapuza) a quien está ya percibiendo un subsidio o prestación social.

Estamos hablando nada más y nada menos que de una cuarta parte del producto interior bruto de nuestro país. Y tú y yo somos responsables.

*Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

@juanpedrorivero