En la vieja gaveta de un no menos viejo mueble que tengo en una habitación de mi azotea encontré, días pasados, un buen número de hojas de periódicos insulares, en los que di a conocer, hace ya muchos años, algunos datos relacionados con Garachico y que hoy, al leerlos, me han llenado de sorpresa; casi de estupefacción. Se habla allí de ermitas desaparecidas en distinto tiempo, y de algunas de las cuales ya no tengo noticia. Se ocupaban entonces del asunto escritores e historiadores que ya no están con nosotros, pero en cuya memoria sigo confiando porque siempre fueron fieles defensores de la realidad. Sus nombres son ampliamente conocidos: Darias y Padrón, Alejandro Cioranescu, Pérez de Ayala, Manuela Marrero, Leopoldo de la Rosa, Hernández Perera, Martínez de Fuentes... y mi admirados amigos Tina Calero, María del Carmen Fraga, Domingo Martínez de la Peña, a quien hace algún tiempo que no he visto...

Pretendo ahora actualizar algunos de tales datos porque estimo que hay en Garachico muchos jóvenes que no están al tanto de cuanto ocurría cuando escribí mi trabajo de entonces y que hoy casi reproduzco.

Se aclaraba allí que muchas de tales ermitas correspondían a la iglesia de Santa Ana, mientras otras estaban bajo la jurisdicción del párroco de San Pedro de Daute. A la de Santa Ana pertenecían, según los datos apuntados, las de San Sebastián, Nuestra Señora de la Consolación, San José, San Antonio del Lamero, San Roque, Nuestra Señora de los Reyes, San Nicolás y San Salvador, mientras que a la parroquia de San Pedro, la más antigua de la comarca, pertenecían las dedicadas a San Cristóbal, San Juan Bautista, San Andrés, San Antonio de Padua, Nuestra Señora del Carmen y la ermita, actualmente viva en su construcción, pero fuera de culto y que conocemos como ermita del Buen Pastor. Son catorce las pequeñas edificaciones citadas. En el supuesto, claro está, de que mi memoria y la de los citados historiadores no nos hayan jugado una mala pasada. Recuerdo que también hubo una dedicada a San Telmo, cuya imagen titular se conserva aún en la ermita de los Reyes y de la que se ha llegado a afirmar que fue creada en 1579. Y no olvido que Cioranescu cita, en otro trabajo, la de San Juan del Reparo, pero situándola -a mi entender, erróneamente-, en la zona urbana, en el sector que entonces se llamaba Caleta del Puerto (¿). Nosotros conocemos hoy una iglesia de tal advocación, pero en el barrio de la zona de medianías, conocido popularmente como La Culata, y no se trata de una simple ermita, sino de una iglesia, que es, además, parroquia y de la que se ha ocupado recientemente la cronista local Isabel Rolo Afonso, con gran amplitud de detalles.

Hoy no existe la ermita de San Sebastián por la sencilla razón de que, sobre ella, fue edificado, en 1601, el aún existente convento dominico. La ermita, por lo tanto, era muy anterior a la fecha mencionada. La de la Consolación, fundada por Juan de Ponte en 1578, existe en la actualidad en su emplazamiento de siempre, en el barrio de El Guincho, y sigue estando bajo la propiedad privada de la familia Ponte, que la mantiene junto a sus propiedades y en magnífico estado de conservación.

Vecinos de avanzada edad siguen creyendo que la ermita de san José, hoy desaparecida, estaba en el margen izquierdo de la carretera que une el casco urbano con el denominado barrio de El Volcán, y cuyo verdadero nombre es precisamente, el de San José. Sin embargo, no falta quien opine que tales muros pertenecían a la desaparecida ermita de San Telmo a la que antes me referí muy de pasada.

Se afirma también que la desaparecida ermita de San Nicolás (el sector en que estuvo enclavada sigue llamándose San Nicolás) fue fundada el año 1634 por cuenta del regidor Nicoloso de Ponte y Cuevas. De tal edificación no queda ni la más mínima piedra. Y no puede decirse que la culpa de su desaparición la tuviera el volcán de 1706. Ni el Diluvio de San Dámaso. Eso al menos opinan quienes han escrito alguna vez sobre el particular.

La ermita de San Antonio de Padua, en El Lamero, fue fundada en 1636 por don Alonso del Hoyo. Existe, absolutamente abandonada pero mostrando una indudable belleza, en el edificio citado, hoy propiedad de la familia Brier. La imagen titular no se sabe a qué lugar fue destinada, aunque hay quien opina que es hoy parte de la iglesia principal de Santa Brígida, en Gran Canaria. Mientras, otras dos de sus imágenes (San Juan Bautista Niño y San Pedro Alcántara), se conservan en un domicilio particular y pasarán en su día (así lo afirma su actual propietario) al museo de arte sacro de la iglesia parroquial de Santa Ana.

De la ermita de San Roque no se hace preciso ahora comentario alguno porque ya es absolutamente conocida por todos, dada la devoción generalizada que ha suscitado siempre la imagen del santo titular.

Dejé escrito hace años que la ermita de Nuestra Señora de los Reyes había sido fundada en el siglo XVIII. Enorme error. No solo sabemos que fue respetada por la erupción de 1706, sino que, según el cronista Melchor de la Torre (quien parecía conocer a fondo los apuntes de Martínez de Fuentes) nos dejó escrito en su día que María Luis Pajarón impuso en dicha ermita, allá por 1586, ante Álvaro de Quiñones, una misa rezada, de donde se deduce que el pequeño templo, aún existente y en buen estado de conservación, existía desde una época anterior, aunque no se especificara en el dato que he vuelto a leer ahora.

La ermita del Salvador fue fundada en 1630 por Luis de Interián y el profesor Cioranescu la sitúa en La Caleta, donde nosotros solo conocemos la iglesia de San Andrés -hoy parroquia- y lo que aún resta de la denominada de San Juan Degollado.

En el trabajo que he comentado hasta ahora no se cita la ermita de San Juan Degollado, existente aún, aunque fuera de culto. Y se dejan de mencionar algunas otras, pero he querido ceñirme a lo que se escribió entonces, allá por 1970. Estimo que los investigadores actuales, todos mucho más jóvenes que yo, tienen abundante materia sobre la que trabajar.