Son necesarias. La labor de las organizaciones sin ánimo de lucro dentro de lo que conocemos como el tercer sector son como el agua para el sediento, el oasis en medio del devastador desierto que da vida. Son la esperanza dentro del lamento; la fuente de optimismo en la que algunos siguen sin creer pese a salvar vidas cuando los Estados no pueden o no quieren dar más. Si hay una ONG con credibilidad, cuyos datos ponen en solfa la imperiosa exigencia de una mano salvadora, es Médicos sin Fronteras. Todos la conocen, pero esta organización de acción médico-humanitaria que asiste a personas amenazadas por conflictos armados, violencia, epidemias o enfermedades olvidadas, desastres naturales y exclusión de la atención médica, merece una atención especial en cuanto a unos datos traducidos en la acción humanitaria. Con más de 5 millones de socios y miles de proyectos en más de 60 países en todo el mundo, 2018 se conquistó como un año clave. Como ellos mismos explican, un año sin grandes emergencias mediáticas, pero en el que los conflictos no dieron tregua en lugares como Yemen, Camerún, República Centroafricana (RCA), República Democrática del Congo (RDC) y Oriente Próximo, entre otros. Un breve resumen para hacernos una idea del sufrimiento y la lucha de miles de profesionales voluntarios que aspiran a un mundo mejor, una entelequia para algunos, una realidad alcanzable para otros. "En Camerún, el conflicto en la zona anglófona fue a peor; se criminalizó a los pacientes y la atención médica fue un blanco más. Fue una de nuestras mayores intervenciones, como la de Etiopía, donde la violencia interétnica provocó que casi millón y medio de personas huyeran de sus casas en la zona de Gedeo", relata su directora general en España.

"Atendimos a un número considerablemente mayor de víctimas de violencia física, por ejemplo entre los refugiados sursudaneses que llegaban a Gambela (Etiopía) y los rohingyas huidos de Myanmar a Bangladesh, así como en Yemen y en los Territorios Palestinos; también prestamos especial atención a las víctimas de la violencia sexual e impulsamos programas de salud mental en poblaciones afectadas por violencia crónica grave. Asistimos a poblaciones desplazadas y en movimiento en América Central y del Sur, con intervenciones de emergencia en Tijuana (México) y en la frontera entre Colombia y Venezuela. En el Sahel, luchamos por llegar a las zonas más aisladas y llevamos clínicas móviles a zonas donde los centros de salud habían cerrado, como en Diffa y Douentza (en Níger)", explica.

"Se respondieron a las epidemias de sarampión, cólera y fiebres hemorrágicas en Nigeria, Yemen y Zambia. Sobre todo, nos tuvieron muy ocupados los numerosos brotes de sarampión, especialmente en RDC y en Darfur (Sudán). Y en la región de Kidal (Mali), recorrimos 60.000 kilómetros en total para la primera vacunación que se hacía en la zona desde 2012".

Médicos sin Fronteras también ha tenido que hacer frente a la impunidad de algunos países, como fue el caso del bombardeo estadounidense a uno de sus hospitales en Afganistán, o a diferentes centros sanitarios de la ONG en Yemen y Siria, infringiendo la convención de Ginebra y poniendo en peligro la asistencia médica.

Gracias a la labor de MSF España, se han llevado a cabo más de dos millones de consultas externas; se han tratado a cerca de medio millón de pacientes con malaria; cerca de 50.000 niños con malnutrición severa; se han distribuido más de 15 millones de litros de agua; más de 40.000 niños vacunados; y unos 200.000 pacientes hospitalizados, entre otras acciones. Una labor inapelable que entre todos debemos seguir apoyando.

@luisfeblesc