Los nuevos gobiernos en los distintos ámbitos territoriales, que se han conformado después de las últimas elecciones autonómicas y locales, ya están empezando a tomar sus primeras decisiones. Ahora es el momento de establecer las prioridades, para después poner todos los medios humanos y materiales que ejecuten verdaderamente lo previsto. La experiencia nos tiene acostumbrados a que la planificación se queda sólo en los respectivos estudios, reuniones, ruedas de prensa, presentaciones y fuegos artificiales. Es decir, que no se pasaba de las palabras a los hechos. Así sobrevivíamos y así estamos. Hay que cambiar, siendo eficientes, eficaces y efectivos. Todo lo demás es pura pérdida de tiempo, que paraliza la actividad económica e impide un crecimiento sostenido. El economista Peter Ferdinand Drucker lo explicó muy bien: "Los planes son solamente buenas intenciones a menos que degeneren inmediatamente en trabajo duro". Ser operativos significa funcionamiento en todos los órdenes, tener la mano más larga que la lengua y trabajar con resultados reales.

La construcción es el único sector económico capaz de revitalizar lo que está parado, de levantar lo que está hundido, de crear trabajo y empleo. No es una apreciación personal, sino una evidencia contrastada. La historia mundial, en cualquier época o sistema político-económico, nos enseña que todo gobierno que necesite un desarrollo rápido en su territorio, basado en fundamentos sólidos, pone en marcha de manera inmediata, una política ambiciosa de ejecución de obras de infraestructuras, carreteras, hidráulicas y aeroportuarias, que impulsen la actividad, generando sinergias en los demás sectores económicos. Además, la puesta en funcionamiento de un ambicioso plan de viviendas acompaña esta aceleración que siempre es necesaria y positiva. Es una lección aprendida y que no falla nunca. Por lo que antes de empezar a inventar, mejor es copiar lo que funciona.

Contamos con todos los mimbres para que Canarias tenga un impulso adecuado, fecundo y generoso. La iniciativa privada, los empresarios, estamos dispuestos a ejercer la indiscutible función que tenemos, a saber, ser los impulsores de un crecimiento económico, que conlleve un mayor bienestar social, es decir, lo mejor para todos. Algunas veces, más de las deseadas, nos encontramos con obstáculos que impiden nuestro normal desenvolvimiento. No sólo el muro burocrático y la lentitud de una administración pública, obsoleta, sin incentivos y desmoralizada, que paraliza por costumbre cualquier expediente o licencia. También tenemos que soportar a esos políticos bisoños que tienen verdadera alergia a todo lo que signifique empresa privada. Desde su oscuro entendimiento ideologizado al máximo, no ven más allá de lo estrictamente público, que por esencia es lento e improductivo. Son los que desprecian sistemáticamente al tejido empresarial, no por lo que hacemos, sino por lo que representamos. Desde una superioridad moral arrogante, sin ninguna legitimidad, se creen en posesión de la verdad absoluta, pontificando y absolutizando sus creencias personales. Dan lecciones, sin ser maestros, miran por encima del hombro desde su atalaya ideológica y por lo general, han vivido, comido y subsistido del erario por años sin termino. Algunos han llegado al poder, vamos a ver cuanto tiempo tendrá que pasar, hasta que comprendan lo que es innegable: los empresarios son el motor que hace funcionar la sociedad.

*Presidente de Fepeco