Los 1.720 incendios forestales que se han producido en Canarias desde el año 2000 han afectado a una superficie equivalente a 65.000 campos de fútbol, incluido el último en las cumbres de Gran Canaria, que quemó más de 1.500 hectáreas y obligó a evacuar a más de un millar de personas. Cada vez más dañinos y difíciles de contener, como consecuencia del calentamiento global, suponen un enorme desafío para los isleños por las propias particularidades del archipiélago: amplias zonas ocupadas por montes, una orografía escarpada, una sucesión de microclimas en pequeños espacios y unos medios mejorables sobre todo ante los incendios de gran magnitud.

La prudencia de la población es la principal medida preventiva que se puede adoptar ante este riesgo, que se dispara cuando arden los termómetros, como estos días en los que Canarias está en alerta por altas temperaturas y se han activado los planes contraincendios en islas como Tenerife, La Gomera y La Palma. Hay que tener en cuenta que los descuidos y las imprudencias están detrás de muchos de los fuegos declarados en las islas. Sin ir más lejos, ahí está lo ocurrido recientemente en Gran Canaria. La negligencia de un hombre, que se puso a soldar una puerta metálica muy cerca del monte y en medio de un calor sofocante, como él mismo ha admitido, aun cuando algunos vecinos le habían advertido del peligro que suponían las chispas que desprendía, provocó un incendio que ha dañado zonas de gran valor natural.

Pero el archipiélago precisa también medios para evitarlos, apagarlos o incluso investigarlos, pues algunos -más de un 20% según las estimaciones- han sido provocados adrede por diferentes razones, que van desde el descontento de trabajadores de las brigadas forestales, intereses especulativos con la tierra, hasta la piromanía. Y los necesita principalmente desde la base, para desarrollar campañas de concienciación, financiar las brigadas de vigilancia o desarrollar planes de prevención en la agricultura y la ganadería.

Las administraciones isleñas disponen de buenos profesionales para la extinción, de equipos que empiezan a desplegarse todo el año -no solo durante el periodo crítico del verano, como venía ocurriendo hasta hace poco- e incluso del apoyo de la Unidad Militar de Emergencias (UME), cuya base principal en Canarias se encuentra en el acuartelamiento de Los Rodeos. Para ser más exactos, el archipiélago afronta la campaña contraincendios de este año con 1.357 efectivos, 15 medios aéreos y 127 autobombas (nodrizas, forestales y ligeras) aportados por el Gobierno de Canarias, los cinco cabildos de las islas con masa forestal (Tenerife, La Palma, La Gomera, El Hierro y Gran Canaria) y Estado. El Ejecutivo regional aporta 208 efectivos, entre los que se encuentran los 84 miembros de los Equipos de Intervención y Refuerzo contra Incendios Forestales (EIRIF), 6 helicópteros y 8 vehículos, además del Puesto de Mando Avanzado.

Los cabildos de Gran Canaria, Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro aportan entre todos 973 efectivos, 100 autobombas y 4 helicópteros. A ello hay que añadir en torno a 500 voluntarios de agrupaciones o entidades de Protección Civil distribuidos entre las cinco islas con masa forestal. Y como cada campaña, el Estado aporta un helicóptero Kamov con base en el Sur de Tenerife, un air tractor con base en La Gomera, la BRIF con base en La Palma y la participación de la Unidad Militar de Emergencias (UME). La aportación del Estado suma, en total, 176 efectivos, 19 autobombas y 5 medios aéreos.

Al margen de estos equipos, ¿Canarias necesita más medios como una base de hidroaviones? Es un debate que ya lleva produciéndose hace varios años y en el que hay diferentes opiniones. El presidente de Canarias, Ángel Víctor Torres, pidió por ejemplo el jueves al Gobierno español un hidroavión con base permanente en las islas para la lucha contra los incendios. Torres señaló que diversos partidos políticos, entre ellos el suyo, el PSOE, han reclamado una base de hidroaviones, que espera que se consiga "de manera definitiva". "Tenemos que intentar tener en Canarias algún hidroavión de manera permanente", indicó el presidente canario, para admitir que los técnicos tienen "posturas encontradas", pues hay quienes creen que es mejor tener más helicópteros medianos porque cargan en pocos minutos y son más prácticos en una región con una orografía tan complicada como la canaria.

Respetando todas las aportaciones a este debate, Canarias tiene todo el derecho a reclamar, además de los helicópteros, una base de hidroaviones, todo lo que sea necesario para dotarse de los mecanismos más eficientes para atajar las llamas. Es un territorio muy vulnerable ante esta amenaza, no solo por la dispersión de las poblaciones, sino por la enorme riqueza de su naturaleza. Hay demasiado en juego y el Estado tiene que involucrarse para que las islas dispongan de medios para reaccionar pronto y de manera adecuada, sin necesidad de esperar a que estos hidroaviones vengan de la Península para incorporarse a las tareas de extinción. Una respuesta inmediata es vital para luchar contra el fuego.

A falta de que se introduzcan las medidas necesarias para poder dar una respuesta más eficaz ante este enorme desafío, lo cierto es que, si no hay una población concienciada de que cualquier despiste puede costar muy caro, será difícil minimizar uno de los peligros con los que tenemos que convivir. Una simple colilla, la quema irresponsable de rastrojos, una chuletada en medio de una alerta por calor o los trabajos de soldadura en un momento inadecuado pueden provocar un enorme daño al entorno natural e incluso a las personas y sus bienes. Porque en unas condiciones con mucho calor, sequedad y viento, un incendio se puede propagar sin que haya forma de controlarlo. Y ya se puede disponer de cien hidroaviones que cuando las llamas encuentran las condiciones perfectas para desarrollarse, son muy difíciles de parar en determinados lugares.

Episodios hay en la historia de Canarias que demuestran las trágicas consecuencias que puede ocasionar el fuego. El ejemplo más claro fue lo ocurrido en La Gomera en septiembre de 1984, la conocida como tragedia de Agando. Murieron 20 personas, entre ellas el gobernador civil de la provincia de Santa Cruz de Tenerife, Francisco Javier Afonso Carrillo. La responsabilidad ciudadana es la mejor arma contra los incendios. Y la más barata. Solo hace falta tomar las precauciones adecuadas, más en días como estos en los que las temperaturas superan los 35 grados centígrados. No hay mejor hidroavión que respetar los consejos de autoridades y expertos, y tener máxima prudencia, especialmente en el monte y las zonas próximas.