Dicen algunos palmeros que La Palma es un manicomio a cielo abierto: la isla del viento. Así se refiere a su isla esa ilustre palmera (nacida en Guinea Ecuatorial) que es la poetisa Elsa López. Sea o no un manicomio sin tejado, La Palma es sin duda un lugar donde se producen curiosos fenómenos. Y más en política. Otro ilustre palmero (de Bilbao), Asier Antona, lleva décadas ensayando en La Palma un gobierno -hoy por hoy imposible en Canarias-, entre los socialistas y el PP. Durante las negociaciones que darían lugar al pacto de las flores, Antona dejó muy claras sus preferencias por ese gobierno que en su partido sólo veían los palmeros. Llegó a decir públicamente que prefería un acuerdo con él como vicepresidente de Ángel Víctor Torres a otro en el que él fuera presidente del Gobierno y Clavijo su segundo. Toda su carrera ha estado guiada por el deseo de convertir al PP en primera fuerza política del centroderecha en Canarias, y su obsesión siempre ha sido desalojar a Coalición Canaria de todo el poder a cualquier precio. A cualquiera, incluso colocándose él mismo al borde del abismo.

Pero no puede decirse que esa obsesión sea sólo de Antona. Forma parte del ADN político de la isla desde aquellos tiempos arcanos en los que el Cabildo estaba en manos del PP, y su presidente era -entre 1983 y 1991- el profesor mercantil José Luis González Afonso, natural de Breña Alta, un hombre formado en la industria tabaquera propiedad de su padre, Ernesto González, conocido productor de tabacos, casado con una farmacéutica segoviana con despacho en Breña Alta. Afonso, ya fallecido, era un personaje con retranca y sentido común, que apadrinó a varios jóvenes políticos palmeros. Fue el quien fichó como secretario suyo a Gabriel Mato -que paso de ser árbitro de tenis a presidente del Parlamento de Canarias y eurodiputado-, y fue también él quien apoyó la pasión política de Antona aunque su relación con el joven Asier se enfrió en los años previos a su muerte, cuando Antona ya se había convertido en principal tiralevitas de José Manuel Soria y prepararon juntos el descalabro de Rivero en La Palma.

Aún así, es de justicia recordar que la primera vez que el PP le dio el poder al PSOE en la isla no fue cosa de Antona, sino de las matemáticas. Todo empezó en una mesa electoral del puerto de Tazacorte, en las elecciones al Cabildo en 1991. API -aún no existía Coalición Canaria- había presentado una lista encabezada por sus tres hombres fuertes en la isla: Antonio Castro, Gregorio Guadalupe y José Luis Perestelo. El PP pasó de primera a tercera fuerza política, y API y el PSOE se disputaban el gobierno insular en esa mesa de Tazacorte, en las que las cuentas no cuadraban con las actas. Al final, la Junta Electoral Provincial le dio la razón a la mesa en su recuento y el socialista Felipe Hernández se convirtió en presidente. Antonio Castro dimitió como consejero del Cabildo para seguir como consejero de Agricultura en el Gobierno de Saavedra, y dejó a Gregorio Guadalupe al mando. API llevó el recuento de Tazacorte a los tribunales y el Supremo emitió sentencia en un año, dándole la razón a los independientes. El nombramiento de Hernández se suspendió, pero -eran otros tiempos- PSOE y API llegaron a un acuerdo para gobernar juntos, con Guadalupe de presidente.

Menos de un año después, Hermoso presentó junto a Olarte, Mauricio y los majoreros de AM la moción de censura que rompería el pacto de hormigón y dejaría a Saavedra fuera de la presidencia. Y entonces se produjo una inesperada reacción: el PP y el PSOE presentaron moción de censura en La Palma contra Guadalupe, con su vicepresidente Hernández como candidato. Ganaron, sin dificultad alguna. Y fue el principio del despiporre. Guadalupe pasó a ser portavoz del Gobierno de Canarias y dejó al maestro José Luis Perestelo la representación de API, que comenzaba ya a actuar coordinadamente con el resto de las fuerzas que habían censurado a Saavedra, bajo el nombre de Coalición Canaria. En las siguientes elecciones, Perestelo se presentó y ganó, y gobernó con el popular Juan de la Barreda. Ganó las elecciones cuatro veces seguidas, al final con mayoría absoluta. Pero estaba harto de hacer lo mismo, y en 2008 Perestelo se convirtió en diputado al Congreso (ya había sido senador por la isla) y le pasó la presidencia del Cabildo a Guadalupe González Taño. Había pactado con ella, antes de presentarse a las elecciones, que fuera la primera mujer en presidir el Cabildo.

Guadalupe volvió a ganar en 2011, pero perdió la mayoría absoluta. No parecía que eso fuera a ser un problema, porque Coalición cerraba por aquellas fechas un acuerdo con el PSOE en toda Canarias. Tras la salida de Soria del Gobierno regional, Paulino Rivero y José Miguel Pérez habían logrado cerrar un acuerdo que devolvía al PSOE poder en Canarias, después de 22 años sin pisar moqueta. Todo parecía ir sobre ruedas, pero la tarde antes de la constitución de los ayuntamientos, el secretario general del PSOE en La Palma, Manuel Marcos, anunció la ruptura del acuerdo entre el PSOE y Coalición en todos los ayuntamientos y en el cabildo. PSOE y PP pactaron en los diez ayuntamientos en los que había ganado Coalición, que sólo conservó las alcaldías de Mazo y Fuencaliente.

Una jugada preparada

Soria y Antona habían preparado la jugada, y había más: Antona ofreció al candidato del PSOE al Cabildo, Anselmo Pestana, convertirse en presidente, renunciando él mismo a serlo, a pesar de que el pacto suscrito entre conservadores y socialistas establecía que gobernaría la fuerza más votada. Las presiones en el PSOE fueron tan fuertes -intervino Ferraz- que al final Pestana voto por Guadalupe, pero no se recondujo la situación ni en uno sólo de los municipios, y en el Cabildo el PSOE -en el gobierno- actuaba conjuntamente con el PP, creando una situación insostenible, que provocó finalmente la defenestración de Pestana.

Todos los puentes estaban rotos, y en 2013 el PSOE y Antona presentaron una moción de censura que convirtió a Pestana en presidente del Cabildo, en contra de la dirección regional socialista que intentó todo lo posible -incluso la expulsión de los consejeros palmeros, escondidos durante días para no recibir la comunicación de la expulsión- para evitar una censura que ponía en serio peligro el Pacto regional.

El PSOE salió muy roto de aquella historia, pero en La Palma funcionó bien: dio todo el poder local e insular a un acuerdo compartido entre el PSOE y el PP, y permitió a Pestana ganar las elecciones de 2015, por un margen muy pequeño, que no le impidió seguir gobernando, ahora con el apoyo de José Luis Perestelo, convertido de nuevo en socio -la política es así- gracias al acuerdo de Clavijo con Patricia Hernández. Y es curioso: a pesar de la expulsión del PSOE del Gobierno regional, en diciembre de 2016, Pestana siguió gobernando con Perestelo, como si no hubiera ocurrido nada.

Pero en todo ese tiempo, Antona, muñidor del pacto de 2011 entre el PSOE y el PP, había constatado que gobernar con los socialistas no sólo era posible, sino conveniente. No mejorara los resultados el PP, que no lo hizo, excepto en Los Llanos, pero Antona estaba dispuesto a quedarse en calzoncillos por dejar a Coalición en cueros. Si el pacto con el PSOE sacaba a coalición de todas las instituciones, servía.

Para Antona, el objetivo prioritario era acabar con CC, desalojarla del poder en el que llevaba instalada casi tres décadas. Antona, presidente del PP canario no por sus méritos, sino gracias a la mala fortuna de Soria en sus cuentas caribeñas, estaba convencido de poder lograr un acuerdo similar al de La Palma en toda Canarias y ya desde antes de las elecciones se puso a ello, empezando por La Palma. Contó con una ayuda inesperada, la de la consejera palmera del Gobierno Nieves Lady Barreto. Pestana la detesta, no puede verla ni en pintura. La considera responsable de todos los problemas que tuvo con el reparto de los fondos del Fedecan, y además está seguro de que -como consejera- conspiró contra él desde el minuto uno. Cuando Antona supo que sería la candidata, comprendió que el camino en La Palma estaba expedito. Pero para exportar el acuerdo con el PSOE a todo Canarias necesitaba contar con más aliados. Sabía que los encontraría en la derecha, en Ciudadanos, un partido que había convertido su mapa de alianzas en un cartel de la Bauhaus, plagado de líneas rojas. Para entenderse con Ciudadanos, necesitaba alguien que tuviera predicamento ante Albert Rivera? Conocía a Melisa Rodríguez, a pesar de su presencia meramente testimonial en la política local. Pero estaba seguro de poder encontrar en ella otra conexión palmera.