Hace años, en la escuela de escritores de Antonia Molinero hice un ejercicio en el que narré la historia de una mala madre. Describí el espacio en el que vivía como una casa sin ventanas, donde todo se ahogaba bajo su voz. Cuando terminé la lectura de mi texto una compañera intervino.

-Así no se habla de las madres.

-Esto es un relato, le respondí, es literatura y no pretende ser políticamente correcto.

La literatura es un lugar para millones de historias; asesinatos, robos, enamoramientos, dramas familiares, viajes fantásticos, mundos imaginarios..., todo cabe.

Ahora imagínense una novela de Agatha Christie censurada por apología del asesinato, o que se recomiende tirar a la hoguera de San Juan Romeo y Julieta por idealizar el amor romántico y llevarlo a los extremos. Sabemos del caso en el que una biblioteca escolar retiró 200 clásicos de la literatura por considerarlos sexistas.

Caperucita Roja a la basura, decían en medio de la criba.

Pero sin Caperucita no existiría el viaje de una niña en Manhattan contado por Gaite o el poema de Caperucita Roja de Gabriela Mistral. A las niñas y a los niños no debemos prohibirles leer cuentos, debemos enseñarles cómo se leen. Que sepan distinguir el sino de las cenicientas para que construyan sus propias realidades. Cuando leo Peter Pan deseo volver a ser niña, temo a Garfio pero reconozco que mi verdad no está en el país de Nunca Jamás.

En estos tiempos en los que se quiere aplicar lo políticamente correcto en todo estamos aupando a la censura sin darnos cuenta de que es un arma contra nosotras mismas. Es indignante el veto de la derecha que han sufrido los cantautores Pedro Pastor y Luis Pastor. Siento una enorme repulsa hacia las personas que se creen con el derecho de impedir que sus voces críticas resuenen. Pero también temo la censura de una izquierda que se cree con la verdad en sus manos, que designa los pasos que hay que dar a través de las leyes de lo que consideran correcto, secuestrando así a la diversidad.

En la California de los 80 surgió N.W.A. y con ellos el gansta rap. Este grupo de raperos fue vetado en radios y tuvieron incluso que cancelar sus giras por orden policial. Ellos se describían como portadores de su verdad, decían las cosas como pasaban en su barrio de Compton, cantaban a través de la dureza de las calles de donde procedían. El FBI fue el encargado de denunciar su canción Fuck the Police que criticaba la brutalidad policial y la discriminación racial. ¿Eliminamos de Spotify las canciones de N.W.A por ser violentas y hablar sin tapujos de la cruda realidad? Tengo en mi memoria infinidad de boleros que cantan a amores para siempre, sufrimiento por la pérdida, morir de amor... ¿Los hacemos desaparecer por no ser acordes a los valores actuales? ¿Les tapamos las vergüenzas a La maja desnuda por descarada? ¿Le decimos a Madonna que deje de utilizar escote? ¿Ponemos un manchón a El jardín de las delicias del Bosco por obsceno? ¿Prohibimos el perreo por juntar en exceso los genitales en público? ¿Tiramos a la basura todas las ediciones de Orgullo y prejuicio por tener un final estereotipado y convencional? ¿Impedimos que cante en directo C. Tangana por machista? ¿Prohibimos las canciones de Def con Dos por ser críticas con el sistema? ¿Negamos actuar a titiriteros por sacar banderas inadecuadas? ¿Vetamos a Pedro Pastor por ser un trovador de injusticias?

Yo creo que lo mejor es dejar que los artistas sean libres y nosotras, las personas que disfrutamos de sus obras, aprendamos a elegir bien las letras de nuestras vidas.

@yaizaafonsossp