He leído el enésimo artículo de las últimas semanas sobre el régimen. El régimen muerto o derrotado, el régimen desaparecido o aplastado, el régimen tumefacto o moribundo de Coalición Canaria. No recuerdo el autor, pero es lo mismo: no tengo ningún afán polémico. Desde la buena fe recuerdo muy bien la primera vez que leí la expresión "el régimen de CC": cuando los coalicioneros ganaron las terceras elecciones autonómicas. Llevaban ocho años gobernando la comunidad autonómica y ya eran un régimen: los interesados pueden consultar la prensa de la época para confirmarlo. El relato del régimen fue perfeccionándose con los años y se convirtió en un lugar común empleado por las izquierdas y, finalmente, por muchos dirigentes y cuadros del PSOE, pese a cogobernar con CC entre julio de 2011 y diciembre de 2016 -a lo que deben sumarse los pactos en cabildos y ayuntamientos-. Es una terminología básicamente propagandística, aunque no enteramente irreal. En puridad es una metáfora que pretende denunciar -para sus divulgadores- un conjunto de rasgos atribuidos a CC: el oportunismo incansable, la carencia de identidad ideológica, el autoritarismo solapado, el anhelo de control social y mediático, la corrupción o una concepción elitista de la praxis política. Todo mezclado en diferentes dosis según el interlocutor y el momento.

El problema es que la metáfora taxonómica ha pretendido suplantar a la realidad. En realidad lo hizo muy pronto. ¿Por qué gobernaba siempre CC? Porque era un régimen indestructible basado en la mentira y la corrupción. Pero no, no era así. Ya se ha explicado hasta la saciedad por qué ha gobernado CC 26 años -casi siempre con el PP o el PSOE de socios-: por haber capitalizado la centralidad del sistema político y ser la fuerza -la federación de fuerzas- con una presencia más homogénea en todas las islas -salvo La Gomera y, con el correr de los años, Gran Canaria-. Ninguna minúscula minoría política ha conducido el rumbo de esta comunidad autonómica durante un cuarto de siglo, de la misma manera que ningún régimen desaparece en casi todas las corporaciones como resultado de unas elecciones democráticas. Ha llegado un nuevo Gobierno que trabaja -mientras explora y decide los límites de su programa- con perfecta normalidad porque las administraciones públicas, en Canarias, no están agusanadas e inoperativas: disponen de cuerpos funcionariales que desarrollan sus responsabilidades con plena profesionalidad. A lo largo de los susodichos 26 años los gabinetes autonómicos encabezados por CC debieron convivir con ayuntamientos y cabildos en los que gobernaban otros partidos políticos. Es hoy, curiosamente, cuando no es así: un Gobierno dirigido por el PSOE se encuentra con gobiernos total o parcialmente socialistas en todos los cabildos -excepto, de nuevo, la excepción de La Gomera- y en todas las capitales insulares. Coalición jamás logró acumular tanto poder político-institucional como ahora tiene el PSOE después de las elecciones del pasado mayo.

La metáfora del relato, por supuesto, tenía otra finalidad explicar -es decir, disculpar- el fracaso de las izquierdas en desalojar del poder a CC legislatura tras legislatura. Es que era un régimen terrorífico, hombre, y se hacía lo que podía. ¿Cómo hubiera acabado usted con Boris Karloff?