Hoy, al levantarme de la cama, fui a mi estudio para encender el aire acondicionado y encontré el siguiente mensaje en la pantalla del ordenador: "Venga, dime que haga algo". Es la primera vez que me provoca de este modo con ese poco de inteligencia artificial que posee. Me quedé tan desconcertado que no dije nada. Además, tampoco sabía qué ordenarle y si lo debía hacer de viva voz o por escrito. El caso es que lo he comprado hace unos días y el vendedor no me advirtió de la existencia de esta aplicación. Abandoné el estudio de puntillas temiendo que me viera salir (ignoraba si me había visto entrar) y me dirigí a la cocina para prepararme un café. Un poco paranoico como estaba, me dio la impresión de que el microondas y la nevera, al sentirme llegar, interrumpieron una plática. Son de última generación también y tienen ciertas capacidades que quizá pasan por el habla.

Me tomé el café, pues, inquieto, algo atemorizado para decirlo todo. No me importa comunicarme con los electrodomésticos, pero me gustaría saber hasta dónde puedo llegar con ellos. Preferiría, en todo caso, que no se pusieran chulos conmigo. Ese "venga, dime que haga algo" del ordenador me pareció un poco humillante, como si me acusara de no sacarle todo el partido. Y es verdad, no se lo saco. Apenas utilizo el 10% de sus prestaciones. Le puedo dictar, por ejemplo, pero lo escribe todo mal debido a mi pésima dicción. El técnico me ha dicho que le lea un par de capítulos de El Quijote. De ese modo, averiguará qué letras no pronuncio bien e irá haciendo las correcciones pertinentes. Todavía no me he puesto a ello porque me siento un poco ridículo leyéndole El Quijote a una máquina. No debía de haberlo cambiado todavía. El viejo aún funcionaba.

De todos modos, pasado el primer susto, la petición de mi portátil, me ha movilizado. Estoy más activo cuando me siento frente a él. No me permito desfallecimientos ni dudo demasiado al elegir los adjetivos por miedo a que note mi debilidad y me llame idiota. Me pregunto si Pedro Sánchez y Pablo Iglesias tienen ordenadores que, como el mío, nada más levantarte de la cama, te ponen firmes. Pero si no se lo dicen sus ordenadores, se lo digo yo: Venga, hagan algo.