Andrea Albertino era un humanista. Un hombre a medio tiempo entre el Renacimiento italiano y los ecos primigenios de la Generación del 27. Lo conocí preparando una entrevista al sempiterno Manuel Campo Vidal antes de un encuentro con periodistas en Gran Canaria. Albertino tomaba café mientras ojeaba un viejo libro de Luis Sepúlveda y bajaba la mirada a la altura de los tobillos de los caballeros que rodeaban las mesas de una coqueta cafetería de Triana. Era gordo, con gafas y con un aire a Pereira, el periodista portugués que cautivó al mundo literario gracias a la obra maestra de Antonio Tabucchi Sostiene Pereira. Coincidían en que ambos eran periodistas, pero el que sería una de las personas más interesantes que he conocido, era un italiano que emigró hace 40 años a las Islas. Con el tiempo supe que este licenciado en filosofía compaginó su actividad profesional con la oposición a la violencia política ejercida por las camisas negras del fascismo italiano. Por supuesto, era seguidor del activismo socialista de Giacomo Matteotti en sus tiempos de juventud, dado que tropecé con el insólito personaje en su adolescencia nonagenaria. Como toda historia que merece la pena ser contada, por su fantasía edulcorada o por sus contradicciones prodigiosas, se hace literariamente imperioso el resumen de una de las excentricidades más estrafalarias que jamás vistas: examinaba a las personas por el tipo de calcetines que llevaban, un fisionomista de las calcetas y las medias. Albertino decía que era capaz de saber prácticamente todo de la personalidad de sus objetivos con unos minutos de verificación. Colores, texturas, calidad del tejido? una amalgama de cavilaciones con la referencia del tobillo y de la media pantorrilla. Se sentó en mi mesa y puso a prueba su destreza. Me decía: "Ves al chico de la derecha, usa calcetines de senderismo, y están fabricados con diferentes materiales que dan equilibrio, calidez, durabilidad, confort y facilidad de secado rápido. Si bien la mayoría están diseñados con poliéster y nylon, el principal material de fabricación es la lana merina. Es una persona sensible con el medio ambiente, honesta y con una alta capacidad para mimetizarse en el entorno". Unos metros después, una señora los lucía con tacones y, como no podía ser de otra manera, Albertino quiso construir un nuevo perfil para demostrarme su capacidad de fisionomista de tobillos bajos: "Los calcetines intentan mostrarnos tal cual somos sin necesidad de escondernos detrás de tendencias, caretas o falsas ideas propias. No le teme a los retos, los asume y enfrenta con el carácter que la identifica". Detrás, localizamos a nuestra siguiente presa que degustaba un pastel de manzana. Podría ser un hombre de negocios: "Los calcetines de pantorrilla ofrecen más cobertura y se convierten en un complemento de vestir perfecto. El ser humano fue diseñado para conseguir el triunfo. Seguro de sí mismo y disciplinado; capitalista convencido que ha leído a Marx para entender mejor su filosofía mercantilista". Entre tanto, me explicaba que los hombres acaudalados utilizan los calcetines más caros del mundo, los de vicuña. Las medias se tejen con una de las lanas de vicuña, un animal que vive en el ambiente enrarecido de la cordillera de los Andes en América del Sur. Sin embargo, después de esta "linda locura de un cuerdo", redujo su lección a una frase que resume a la perfección la nobleza de un hombre libre que demostró la importancia de la dignidad y la concordia entre todos para hacer un mundo mejor: "He vivido en una dictadura atroz que condenaba a las personas por no seguir la doctrina establecida. Juzgaban a los demás por su forma de pensar o de vestir. Con esto, quiero demostrarte que si por dentro no hay valores ni honradez, no importa el calcetín que te pongas", Así de paradójico y disparatado era Andrea Albertino; así de maravilloso y apasionante lo conocí un día antes de la entrevista al gran Manuel Campo Vidal.

@luisfeblesc