Iñigo Errejón ha preguntado a los socios del Partido Popular en Madrid si pueden poner la mano en el fuego por Díaz Ayuso. Su duda, imposible de despejar al estar basada en una simple hipótesis, es si los madrileños no van a sentirse avergonzados en uno o dos años en el caso de que la candidata a ser investida repitiese la trayectoria de Cristina Cifuentes. Qué será, será, whatever will be, will be... Cifuentes, al igual que la anterior expresidenta de la Comunidad, la simpar Esperanza Aguire, fue requerida por la Fiscalía anticorrupción como imputada en el caso Púnica. Pero, claro, aunque la práctica corrupta se haya vuelto reiterativa entre los populares y exista el caso concreto de dos expresidentas madrileñas bajo sospecha, no se puede aniquilar con el arma preventiva del delito a una tercera que apenas ha tenido tiempo de demostrar quién es al frente de su comunidad. Errejón se ha agarrado al clavo ardiendo de Cifuentes para reclamar desesperadamente la atención de Ciudadanos y hasta de Vox, recordándoles, antes de investir a Ayuso, con quien se la juegan. Hasta ahora, el portavoz de Más Madrid se había limitado a reprocharles al PP y a Cs el juego que se traen con el partido de Abascal, y a reconvenir a su viejo aliado Pablo Iglesias. Se ha convertido en el Pepito Grillo de la política nacional. El problema es que siempre habrá alguien que le recuerde que la higiene democrática que exige en Madrid para no investir a una presidenta, cuya corrupción basa en lo que hicieron otras que la precedieron, debería reclamarla, por ejemplo, para su admirado Maduro que es un corrupto bajo hechos consumados en Venezuela.