La Historia, la mayoría de las veces, nos consigue demostrar que muchos retratos transfiguran la tela y a través de ella hablan. Hay un artista que es fuerza extraordinaria de talento, junto a él lo pictórico tiene otro calado, todas sus obras demuestran que el gesto inquieto de la pincelada se ordena con la armonía, el color y la sensibilidad. ¡Qué grandeza la de Velázquez, ni el triste espectáculo del tiempo consiguió acabar con él...!

Hace pocos días, conseguí escalar la barrera de la realidad; y elevando la altura conseguí un encuentro que considero hubiera sido necesario, sí el de Velázquez y la princesa Leonor. El lenguaje de la escritura, también es emoción creadora, tiene la facultad de hallar (con naturalidad) acuerdos entre el pasado y el presente. Ya saben: lo irreal, muchas veces es inquietud de deseo.

La belleza pictórica de la princesa Leonor es trazo nativo de grandes pintores. Hay rostros tan hermosos que solo pueden ser composición de grandes maestros. Para muchos pintores actuales, Leonor es actitud poética que se inquieta ante el deseo que no puede ser expresado. Un retrato está mal concebido si se tiene en cuenta la riqueza decorativa; toda decisión creativa debe gravitar en lo profundo, solo así al caer sobre la tierra puede ser considerada una obra de arte. Velázquez exaltaba la emoción de las almas sencillas, ahí están sus retratos, cada cuadro es la interpretación plástica del instante y el ahora. Indudablemente, el arte es transcurrir reposado que convierte la existencia en lienzo...

Velázquez era un hombre culto, su obra es admirable, pienso que al ser ejecutada, el apogeo se dividía en dos: talento y pensamiento. Ojalá estuviera vivo y pudiera pintar a la princesa Leonor; tengo debilidad por las meninas, siempre que veo el cuadro, lamento con melancolía la ausencia de uno de los mejores pintores de todos los tiempos.

La belleza no es don simple, creo que para interpretarla se requiere cierta capacitación. No todos los ciclos históricos se repiten, si fuera así, posiblemente, veríamos a Leonor caminando de la mano con Velázquez. La verdad, pensándolo bien, tendría un gran valor interpretativo ¡Sublime!

Así es la vida, una oportunidad discreta, que imagina con finura la inspiración encerrada en la genialidad.