Sí, seguramente en sus vidas nunca pensaron en acabar así. Nadie lo piensa. Solo en un mes, en este pasado mes de julio del año del Señor de 2019, como decían los romanos, ocho mujeres fueron asesinadas por sus parejas. Nunca había ocurrido. Ocho rositas marchitadas por la violencia miserable de quien no fue capaz de respetar lo más elemental: la vida.

Murieron sin saber por qué. Dejando sin caricias a sus nenes y nenitas.

Todas ellas mujeres trabajadoras, madres de hijos. Mujeres que peleaban, que se levantaban cada mañana a trabajar y a darlo todo, y que al acabar, después de diez horas, seguían en casa cuidando a los pibes y mimando un hogar en el que creían. Siempre las he admirado. No me cabe en mi vida tanta admiración y devoción por esas mujeres. "Nada se podía comparar a esa mujer" como bien dijo el magnífico Rafael Arozarena, en su Mararía del alma. Bendita historia.

Ya nada devolverá el dolor de las vidas perdidas y de las rositas asesinadas. Algo estaremos haciendo muy mal, para que las rositas siga cayendo. Campañas publicitarias, más medios policiales, nada, no funciona nada. Supongo que, al final, lo que no funciona es el pilar básico: la educación. Te maltratan y maltratas. Y de verdad esto tiene muy difícil solución. Mientras tanto, y lo lamento, y me quita el sueño, más rositas seguirán cayendo.