No conozco a nadie que hable mal de Mariano Cejas, hasta anteayer coordinador de Ciudadanos en Canarias, pero jamás, tampoco, le había escuchado un rudimento de análisis político, como el que ha expuesto a raíz de su decisión de abandonar la organización. Entre bambalinas Cejas ha sido el principal autor del relato de unos candidatos (Zambudio, Arriaga) que pactan para regenerar la política canaria, mientras otros, ante la indiferencia negligente o culposa de la dirección nacional, pretender malignamente sostener a CC en el poder. Pues es eso, sí. Pero también es muchas cosas más como, por ejemplo, usar Coalición también para justificar querellas internas y ambiciones legítimas o repulsivas y, en último término, la autodestrucción de un partido que jamás pasó de ser un club de amigos y enemigos.

Pese a su bonhomía, Cejas no puede ignorar que en Ciudadanos la democracia interna no es un fenómeno precisamente apabullante. Los candidatos -especialmente en las organizaciones territoriales más jóvenes- no se eligen, son fichados. El mismo Cejas fue fichado desde Madrid hace seis o siete años, y designado portavoz, por ejemplo. Lo mismo ocurrió con Vidina Espino como candidata a la Presidencia del Gobierno de Canarias, un disparate palcolor pero que forma parte de las convicciones más intensas de Rivera y su equipo: la popularidad televisiva es más valiosa que cualquier otra condición animal, vegetal o mineral. Ser es ser televisado. O al menos televisable. La señora Espino es infinitamente más televisable que el señor Cejas o que un servidor. El coordinador albergaba ambiciones sobre la candidatura presidencial, pero no se le conoció una crítica ni un reproche. Aceptó el sagrado dictamen riverista. Se resignó a encabezar la lista regional. Y por supuesto que -contra sus incomprensibles esperanzas- no obtuvo escaño.

Cejas critica agriamente a Espino y a Teresa Berástegui por conspirar sin otro objetivo que mantener a CC en el poder para acaparar poltronas. Bueno. Berástegui se pasó cuatro años en el Ayuntamiento de La Laguna votando con una perpetua sonrisa de mermelada en el rostro las mociones de Podemos en esa larga campaña electoral que Rubens Ascanio y Santiago Pérez comenzaron en julio de 2015. En pleno municipal la señora Berástegui recibía instrucciones en alta voz de Santiago Pérez sin mayores disimulos. Jamás entendí el caso de la señora Berástegui, que ni siquiera resulta particularmente televisiva. Pero lo más chocante del relato de Cejas -que, como es obvio, es enarbolado incluso por las izquierdas- es el empecinamiento en presentar como una obviedad que el compromiso de regeneración política debe estar por encima de todo. Porque un votante de Ciudadanos -ese hipotético centrista moderado y liberal- bien puede pensar que entrar en gobiernos que dependan de los votos de Podemos para aprobar presupuestos y sostener programas estratégicos es un precio incompatible con sus valores ideológicos. Y de hecho muchos lo piensan así. Respecto a los pecaminosos cargos no están precisamente excluidos en los pactos suscritos en ambas corporaciones. Cejas se va poco antes que Ciudadanos se desintegre del todo y su crítica -respetable- parece su propio responso.