Me encanta despegar de Tenerife y volver a mi isla con la ilusión de contribuir al brillo del liderazgo político, de compartir lo que está ocurriendo, lo que está marcando la tendencia en estrategia y comunicación política.

Elche ha sido para mi toda una sorpresa de ciudad, de nivel; en la Facultad de Ciencias Políticas descubrí a personas maravillosas dispuestas a compartir todo su conocimiento, experiencia y humanidad, a cargos públicos actuales, coordinadores de organización de partidos, directores de campaña, consultores políticos, enmarcado en un reciente encuentro de referencia internacional de Comunicación Política, estrategia y nuevos liderazgos.

Elche, qué mejor ciudad que ésta para estar con los números uno internacionales en comunicación y estrategia política, Antonio Sola, Yago de Marta, Daniel Ivoskus, mi Eladio Jardón, Sergio Gutiérrez? Un destino de película, una ciudad preciosa, armónica, unida por ocho puentes, esa ciudad que simboliza el consenso, los acuerdos, el adiós a las ideologías para marcar la política de las emociones.

"Una emoción es una reacción, y bajo esa reacción operan nuestros sentimientos, el 95% de nuestras decisiones son emocionales". (Antonio Sola, 2019).

Hoy en día es insuficiente ganar las elecciones con el voto ideológico, hay que sumar el voto emocional, es necesario llegar a la mente del ciudadano. Y cada vez el político es más un perfume, con una identidad propia, una marca que se establece en nuestra mente, incluso cuando no está presente, es como un código genético.

Votamos a personas que se asemejan a nosotros, pasando del storytelling al storydoing. El secreto, la credibilidad.

El voto, ¿decisión o gusto? Los asesores tenemos la responsabilidad de humanizar al cargo público, acercarlo, hacerlo visible. Las personas no confían en desconocidos, hemos pasado de la demografía a la psicografía. Antes hacíamos estudios de población vinculados a datos como el sexo, zona geográfica, edad? Ahora tenemos que ir a pensamientos, valores, actitudes, miedos, aspiraciones, motivaciones, a detectar lo que está moviendo a la acción. La política tradicional piensa que el voto es una decisión, y se construye desde la razón; pero, ¿y si el voto fuera un gusto?, ¿cómo se construiría? Pensemos en eso, vayamos a la emoción. Para la razón intentamos persuadir por la razón, las estrategias antiguas piensan así. Y sin embargo, la tendencia para ganar las elecciones va por una decisión de gusto, ¿y cómo resuena eso? Pues la empatía o identificación con el liderazgo y la autoridad genera gusto.

Muy relevantes son nuestras relaciones con el cuarto poder, que marcarán el éxito de nuestra gestión de gobierno y de nuestra carrera en modo electoral.

La diferencia entre lo importante y lo urgente, una distinción que si la llevamos a nuestra toma de decisión y organización de agenda y gobierno nos aporta muchísimo y nos facilita nuestra auto gestión. Prioricemos lo importante sobre lo urgente.

El resultado actual nos marca una ausencia de certezas en la ciudadanía y en la política. El líder digital del futuro será más persona y menos político, más ciudadanía y menos política.

La emoción marcando la estrategia de campaña. La emoción es el sustento de la inteligencia, somos seres emocionales aunque nos hayan hecho creer que somos racionales por encima de todo. A veces he oído a algún líder político contarnos algo similar a "votemos con la cabeza", y no dudo que sea un buen consejo, pero lo importante es valorar la rentabilidad de ello, porque forzamos a la ciudadanía a unos planteamientos costosos y a ir en contra de su movimiento e inercia natural. Recuerdo la campaña electoral entre Donald Trump y Hillary Clinton, en el Estado con mayor índice de obesidad y problemas de rutinas saludables en la alimentación americana. Se marcaron dos estrategias de campañas opuestas; una, en contra de la inercia emocional y de baja identificación con los valores de la ciudadanía con el despliegue de campañas de salud, visualizándose a la candidata como el modelo contrario al desarrollado por ese grupo: alimentación saludable, deporte, campaña informativa de salud. Y, otra, mimetizada con los valores, "escenas del candidato en lugares de comida rápida, identificándose con las personas que desarrollaban hábitos similares". Por lo importante del peso de la percepción, ganó Trump en ese Estado. La clave pasa por la gestión de la percepción, no importa si es verdad o mentira, lo que percibimos se convierte en nuestra verdad.

Nuestro voto. Las personas no votan por partidos, la gente vota por personas. No votamos por el pasado, ni por el presente, votamos por el mañana. Votamos por ideas, no por ideologías. Recordemos a Barack Obama cuando llenaba sus discursos de "Yo, igual que vosotros, estoy preocupado por el empleo; yo, igual que vosotros, estoy preocupado por?". Mantenía su estrategia y exclusivamente modificaba su táctica. Su objetivo: dirigirse a muchísimos pequeños colectivos. En ocasiones, en la estrategia no segmentamos y eso tiene un gran coste. Pensemos que para cada persona la prioridad es lo que ocurre en su metro cuadrado.

Os dejo con esta ecuación del voto, el apasionante trabajo que me gusta desarrollar junto a mis candidatos, y que nos remarca muy bien todo un referente en la materia como Eladio Jardón, a quien quizás podamos tener muy pronto en Tenerife; ¡todo un lujo!

"Atender para entender, entender para creer, creer para confiar, confiar para votar".

*Psicóloga.

Asesor Coach Político CEO ETIK

@EtikMaite www.etikpolitica.es