Vivimos en un mundo confuso, en el que las palabras nos lían y los hechos no responden a las intenciones. En este mundo nuestro, tan cambiante y adaptable a las conveniencias, la ideología de los políticos (los únicos que hoy día hacen fe pública y militante de ideología) resulta también muy confusa. Hace algunos años, los dirigentes se definían a sí mismos como conservadores o progresistas, de derechas o de izquierdas, liberales o socialistas, marxistas o reaccionarios, y además actuaban en consecuencia. Hoy nos encontramos con políticos de ultraderecha que citan a Unamuno para ilustrar sus argumentos, y a políticos estatistas que se atrincheran en sofismas liberales. Todo es confuso, y en ese mundo de confusión no sorprende que los traidores pasen por héroes, o que a los tontos del haba se les premie con coronas de laurel.

El lunes, el Parlamento de Canarias eligió a los tres senadores que tocaba designar por la Comunidad Autónoma: el más votado fue el socialista lagunero Pedro Ramos, premiado con un escaño en la Cámara Alta no ya por los servicios prestados al sanchismo (que también) sino por compensar la escasa representación de su muchachada (yo diría que nula) en el flamante Gobierno de Torres. Fernando Clavijo (ya hablamos de eso) eligió poner tierra por medio entre él y la Audiencia provincial. Le votaron los suyos y le criticaron todos los demás, menos Román Rodríguez que debía estar pensando en todo lo que tiene que planificar con José Julián Ysturiz. En cuanto a Asier Antona, que anunció su dimisión como presidente regional del PP al mismo tiempo que su aceptación de la oferta de su partido de irse al Senado, fue el menos votado pero el más aplaudido. Le aplaudieron los suyos, empezando por su colega Australia Navarro, que dio un brinco en el escaño para ser la primera y que no se diga (no sé por qué, seguro que es verdad que está encantada de que Antona sea senador), y también le aplaudieron -a rabiar- socialistas, romanís y podemitas. Y con menos intensidad -pero displicente educación- le aplaudieron también los de la cuadra de damnificados por el nuevo héroe de la izquierda.

Un rol confuso, éste de héroe de la izquierda, para alguien que ha sido la voz impostada y ostentórea de la derecha canaria. Pero es cierto que si Antona es recordado por algo, no será por el pavor reverencial que ha demostrado a gobernar al menos en dos ocasiones, una incluso habiéndole ofrecido la Presidencia, sino por su rol decisivo como muñidor del regreso de la izquierda al poder en todas las instituciones de Canarias. Es lógico que la izquierda le aplauda entusiasmada y agradecida, y que la derecha le aplauda aliviada por su marcha.

Sería injusto decir que ha sido su gestión al frente del PP lo que provocó el retroceso electoral de su partido, como injusto es atribuir a Ángel Víctor Torres el auge regional del PSOE. En ambos casos, han sido factores de política nacional los que resultaron decisivos. Pero Antona sí es responsable de una mala estrategia, la de dispararse en la sien a ver si de rebote hieres a tus vecinos. Una estrategia, por cierto, muy típicamente palmera, y que Antona no jugó sólo. Hubo más polítc@s de La Palma que jugaron esa misma baza.