Los políticos suelen ocuparse poco de los asuntos a largo plazo, básicamente porque la política a largo plazo no es electoralmente rentable. Sus resultados no se perciben tanto como las decisiones que buscan obtener un rédito inmediato. Pedro Martín, el nuevo presidente del Cabildo es un tipo práctico, partidario de los resultados que pueden medirse y al que, según le gusta decir, nunca le han gustado los proyectos ni las filosofías de largo recorrido. Ahora, cuando se agigantan las opciones de su trabajo, tendrá que acostumbrarse a que los proyectos y obras requieran de plazos mayores a los que supone abrir un centro social o cultural en Guía de Isora. Para resolver el problema de las carreteras tinerfeñas, o el de los hospitales del Norte y del Sur, o el del puerto de Fonsalía (al que parece que le han salido detractores en su propio partido) necesitará tiempo. A veces más tiempo del que dura un mandato.

El proyecto Tenerife 2030, cuya defunción preventiva ha sido anunciada dos días después de tomar posesión por el vicepresidente tránsfuga, Enrique Arriaga, era un proyecto a largo plazo (12 años, tres períodos de mandato), una estrategia de modernización y adecuación de las políticas del Cabildo a los retos del Tenerife y la Canarias del futuro. Incorporaba una definición de lo que debe ser el nuevo empleo, basada en la necesidad de conocer idiomas, manejar las nuevas tecnologías y apostar por los nichos laborales del futuro: reciclaje, energías limpias, comunicaciones, transferencia de conocimiento? Por supuesto, ni Tenerife es Silicon Valley, ni Carlos Alonso Bill Gates, pero la apuesta era visionaria y ambiciosa, aunque los medios puestos a disposición del proyecto lo fueran menos y algunas recetas resultaran más discutidas de lo esperado, como el empuje de la industria del videojuego y el e-sport, o el Tenerife Lan Party.

Pero la Corporación insular definió una estrategia de muy largo recorrido en la que se implicaron la mayoría de los departamentos y el entramado de empresas públicas del Cabildo, realizando inversiones en sectores estratégicos, y convirtiendo la formación de jóvenes en uno de las herramientas claves, en la que se invirtieron grandes recursos. Miles de jóvenes de Tenerife recibieron becas para su formación e inmersión lingüística en el extranjero, en el mayor esfuerzo de fomento educativo jamás emprendido por una institución canaria no docente.

Ahora, Arriaga ha decidido que Tenerife 2030 debe desaparecer porque era el proyecto personal de Alonso. Y aclara que aunque desaparezca el proyecto se mantendrán las partidas económicas destinadas a sus políticas. Vaya cosa extraña, esa. Si Arriaga cree que hay que seguir haciendo las mismas políticas y con las mismas partidas, uno se pregunta entonces qué diablos nos ha anunciado cuando ha anunciado la muerte de Tenerife 2030. ¿Quizá se refiere a cambiarle el nombre en un ejercicio lampedusiano? ¿O se trata de diseñar un logotipo nuevo con más colorines?

Tenerife 2030 (o como quieran llamarlo a partir ahora) es de lo mejor que hizo el Cabildo en los últimos años. Quienes tengan dudas sobre eso, pueden preguntar a miles de jóvenes isleños lo que ha supuesto en sus vidas y lo que esperan suponga en su futuro.