Procaces o refinados, los delincuentes económicos reciben buen trato en este; a las comprensivas y hasta piadosas sentencias se une cierta consideración social que no ganan con sus actos los honrados ciudadanos que trabajan, pagan impuestos y no hacen ruidos ni posturitas. Por causas que se escapan a la razón, el ayuntamiento de Marbella sigue sin ejecutar la deuda de ciento ocho millones de euros que la familia de Jesús Gil debe reintegrar por los desfalcos del patriarca a la institución. La extraña actitud del consistorio andaluz y una serie de HBO nos devolvieron a un personaje sin escrúpulos ni gracia que fue condenado a prisión, y luego indultado por Franco, como responsable del derrumbamiento de un comedor en Los Angeles de San Rafael -su primer pelotazo inmobiliario- con cincuenta y ocho muertos.

Jesús Gil y Gil (1933-2004) ganó la presidencia del Atlético de Madrid en 1989 y la usó de trampolín para llegar a la política en 1991 con una mayoría absoluta lograda con populismo hortera y listos secuaces: José Luis Roca -cerebro de la especulación urbanística que continuó después en la llamada Operación Malaya- y Pedro Román, implacable ejecutor de sus órdenes.

Con la poltrona municipal en su oficina privada, no hubo freno para su codicia ni para su vanidad patológica, explotada en los medios de y en las fiestas horteras a las que asistieron encantados gentes del espectáculo y empresarios de su escuela, sujetos con intereses comunes, tipos de la golfería marbellí e incluso representantes de la clase judicial.

En el colmo de la ambición, cruzó el Estrecho y metió en su saco a las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Ese fue el final de su aventura; Aznar conjuró el riesgo del GIL en territorios sensibles por razones de estrategia y trufado de mafias de variado pelaje; y las instrucciones judiciales cambiaron el paso y de tortugas pasaron a ardillas. Desde ahí todo fue una cascada de juicios y condenas y, a la vez, un continuo alzamiento de bienes para eludir responsabilidades económicas que el municipio saqueado no reclama desde 2011. Este es el personaje de la noche del viernes, un tío "ostentóreo" -suyo es el neologismo- que tuvo, cuando menos un mérito, el descaro y la innata incapacidad para el disimulo.