A dmitamos que la pasada altanería de Coalición Canaria, rompiendo pacto con el PSOE y negándose a hacer otro con el PP, no ayudó. Porque las facturas siempre se pasan al cobro y porque no puedes ir dejando constantemente heridos mal matados en la cuneta. E incluso que no estuvieron especialmente rápidos al dilatar la inevitable decisión de que Clavijo no podía ser presidente con los votos de Ciudadanos. Aceptando todo eso, es bastante obvio que cuando pasa el tren del poder hay que cogerlo. Y que Asier Antona vio cómo pasaba por delante de sus barbas la Presidencia del Gobierno de Canarias y la perdió, en un extraño marasmo de escaramuzas propias y ajenas de última hora, que se cargaron esa posibilidad. Tuvo la ocasión de agarrar el poder y se le esfumó delante de las narices.

Para explicar el fracaso del pacto alternativo al que hizo ayer presidente al socialista Angel Víctor Torres, hay muchas versiones. Y las culpas siempre son del otro. Pero la mayor responsabilidad recae en quien tenía la mayor oportunidad. Y ese es Asier Antona. Es bastante humano y comprensible que en el último estertor de las negociaciones se cabreara, y mucho, cuando los nacionalistas propusieron a María Australia Navarro para presidir el gobierno. Se entiende la mala leche, porque es muy lógica, pero la amenaza a Madrid de que se iban a fugar algunos votos para esa investidura -los de sus fieles dentro del PP- sentó en la casa como un tiro de escopeta. Las marrullerías entre unos y otros -esa fue la última- acabaron como suelen acabar las chapuzas: muy mal. Y se les pasó el arroz.

Como cuando cae una piedra en un estanque, el cambio del mapa de poderes en Canarias va a tener consecuencias. Especialmente en los que perdieron. Los nacionalistas de Coalición tienen pendiente resolver una profunda crisis que puede acabar como el rosario de la aurora si no terminan de entender que entre todos la mataron y ella sola se murió. Pero también colean las consecuencias en el PP, porque Madrid parece que en este caso ni olvida ni perdona.

Hay líderes canarios del PP que no entienden lo que ha pasado. No se explican que se les haya esfumado la oportunidad de gobernar cuando la tenían tan a tiro. Ni el insólito e inútil viaje de los dirigentes nacionales que se plantaron en las Islas cuando ya todo el pescado estaba podrido. Pero además -y es más relevante- existe un núcleo del partido en Las Palmas que a la vista de la actual fragilidad de Antona quiere volver a hacerse con el control del Partido Popular en Canarias.

Y por último, los tránsfugas del PP en La Palma no son nada comparado con el festival de escandalosas deserciones de Ciudadanos. Su selección de candidatos ya forma parte del acervo del ridículo nacional. Se van a quedar en cuadro y sin cuadros. O lo que es lo mismo, los que no pactaron se adentran en el desierto de una larga crisis.