Me sorprendió escuchar este término, el martes pasado, en una bodega a la que me invitaron. Una amiga vegetariana tomó unas lonchas de jamón serrano y expresó esta autodefinición frente a mi cara de sorpresa. "Soy flexivegetariana". Luego me he informado y resulta que existe una publicación con el título de Flexivegetarianos de una autora llamada Ana Moreno. Una vez planteada la posibilidad de que exista, no solo el término, sino la experiencia nutricional, pasé de sospechar la falta de voluntad a valorar la adecuada flexibilidad en las cosas de la vida. Ser flexible viene a ser, en la práctica, lo que Aristóteles decía respecto a la prudencia moral: "La virtud está en el medio si los extremos son viciosos".

No vale la flexibilidad para todo; está claro. Ser flexible en el respeto y promoción de los derechos humanos, en la defensa y protección de la dignidad inalienable de toda persona, no es una flexibilidad válida. Pero en otros aspectos que tienen que ver con la dinámica concreta y con la forma de enfrentar los retos existenciales, el rigor inflexible no es prudente. Recuerdo, a este respecto, una de las primeras anécdotas que le escuché a D. Leonardo Ruiz del Castillo, anterior Director de Cáritas Diocesana, en relación al consejo que le dieron al iniciar su labor en la entidad: con los políticos hemos de usar las dos manos, la derecha para exigir y criticar, y la izquierda para acariciar, agradecer y animar. Una anécdota que habla, sin duda, del valor del trato equilibrado y flexible para resolver problemas que tienen en el horizonte a los pobres y vulnerables.

Este principio es válido hasta en ingeniería y arquitectura. Las construcciones fuertes y duraderas no pueden ser inflexibles. Una existencia inflexible, en muchas ocasiones, es más consecuencia de actitudes psicológicas que rozan la patología que de personalidades recias y maduras. La madurez exige capacidad de adaptación y flexibilidad para reconocer la diferencia entre lo esencial y lo accidental, entre lo fundamental y lo que no lo es.

Identificar flexibilidad con arbitrariedad es del todo inadecuado. Tener en cuenta las circunstancias concretas y adaptarnos a ello no es tomar decisiones subjetivas, carentes de fundamento y respeto al bien y la verdad. No basta con la promulgación del Código Civil o Penal; hace falta que existan jueces que aplique la norma al caso concreto. Eso es flexibilidad. Tomar decisiones empujados por el criterio discrecional de favorecer al nuestro, para mejorar lo nuestro, para aprovecharnos de nuestra capacidad o poder es arbitrariedad.

Creo que debemos respetar a quien ha tomado la libre decisión de alimentarse con las proteínas derivadas de los vegetales, aunque no sea mi opción vital al respecto; pero hemos de felicitar a quienes han descubierto el valor de lo flexible. Y que esta felicitación alcance a cuantos son capaces de poner las circunstancias como criterio de discernimiento. No hay dos casos iguales, porque no existen dos personas iguales. Y este principio lógico de pluralidad es fundamento de una actitud vital de flexibilidad.

¡Oh, aquellas fantásticas verdades dibujadas por la luz intelectual de Agustín de Hipona!: «En lo fundamental, igualdad; en lo relativo, libertad; y en todo caridad». Un maestro de la flexibilidad

* Delegado de Cáritas Diocesana de Tenerife

@juanpedrorivero