En los próximos días, Canarias tendrá por fin concluido todo el proceso de renovación de sus instituciones tras las elecciones del 26 de mayo. El paisaje de gobiernos constituidos tras la dura, enrevesada y a veces esperpéntica batalla de los pactos invita a la reflexión sobre algunas de las singularidades de la política canaria y sobre los resultados de todo este proceso para evitar que, aunque tras las paradójicas como sorprendentes en algunos casos negociaciones se haya llegado a un desenlace tan esperado como inevitable, deje al final un poso de cansancio y hartazgo en la ciudadanía.

Los partidos han jugado hasta el límite sus bazas, no exentas en ocasiones de malos trucos, engaños y traiciones, después de que los ciudadanos expresaran sus preferencias hace más de un mes. Ahora toca recomponer el escenario y empezar a gobernar pensando en el interés general y en el cumplimiento de los compromisos adquiridos. Tras la investidura del socialista Ángel Víctor Torres como nuevo presidente de Canarias -el primero que no es de CC desde 1993- y la inminente conformación del nuevo Ejecutivo regional, queda solo por concretar aquellas mociones de censura pendientes que cambiarán los gobiernos de los cabildos donde se han llevado a cabo pactos contra la formación que ganó las elecciones, como son los casos de Tenerife y La Palma.

Al igual que en los cabildos de Fuerteventura y Lanzarote, un pacto entre socialistas y otras formaciones políticas, de distinto signo según los casos, va a desbancar de las corporaciones insulares a CC, lo que deja a los nacionalistas de centro-derecha huérfanos de poder en prácticamente todo el Archipiélago después de una larga etapa en la que han controlado buena parte de las principales instituciones isleñas.

El panorama que deja todo este proceso es de un vuelco a favor del PSOE, partido que pasa a dominar la escena gracias a su capacidad de ocupar la centralidad política en Canarias y de formalizar alianzas a su izquierda y a su derecha para argamasar gobiernos en la mayoría de los casos liderados por sus candidatos.

Se trata de una situación que ha venido dada casi de forma espontánea y sin responder a una estrategia premeditada u orquestada de antemano, y sin que ningún alquimista de la dirección o del entorno del partido se sacara de la manga una pócima mágica para la conquista del poder. Por méritos propios y muchos errores ajenos los socialistas canarios se han convertido en la formación de referencia y los únicos capaces de dar al conjunto de la política canaria una dirección y un enfoque de conjunto, más allá de las singularidades que ofrece cada institución, cada isla o cada ayuntamiento.

En cada uno de los gobiernos en juego, el PSOE ha logrado pactar por su izquierda (con Nueva Canarias y Podemos), por su derecha (con el PP y con Cs), con ententes con fuerzas insularistas (AGS en La Gomera, o la Agrupación de Electores, escisión de AHI- CC, en El Hierro) e incluso en ocasiones aunando voluntades tan dispares como son las de Ciudadanos y Podemos. De alguna manera, la centralidad política del PSOE canario viene a ser el contrapunto a tantos vetos y tantas líneas rojas tan de moda en la política nacional.

Es evidente que en todos los pactos liderados por el PSOE, los partidos implicados compartían el objetivo común de echar a CC de los gobiernos respectivos, pero eso no resta mérito a su operación, que ha dejado al descubierto por otra parte las debilidades de los nacionalistas canarios de centro-derecha y la inoperancia de su actual dirección regional para tejer complicidades con otras formaciones incluso de su ámbito ideológico como el PP y Cs.

Solo en el caso del Cabildo de Tenerife CC ha mantenido en su órbita a los populares, sus socios naturales, y más por el veto de Génova a apoyar la moción de censura para hacer presidente al socialista Pedro Martín que por convicción propia de apoyo al nacionalista Carlos Alonso. En todo caso, el Cabildo tinerfeño caerá del lado socialista en la que será la primera vez en la historia de la Isla en la etapa democrática que prospera una moción de censura en esta corporación con más de mil millones de euros.

En La Palma, sin embargo, el PP se ha desmarcado de las directrices de la dirección nacional y se ha sumado a la moción que quita a CC uno de los pocos gobiernos que le quedaban. Como en el caso del ayuntamiento de la capital tinerfeña, donde los dos concejales de Cs desobedecieron las órdenes de la dirección en Madrid y han sido expulsados del partido, los consejeros populares del Cabildo palmero priorizan más sus preferencias políticas y personales insulares al acatamiento de la disciplina interna y la lealtad al partido.

Así, tanto si se trata de un partido nuevo y de escasa estructura orgánica en las Islas como es el caso de Cs, como si es el de una organización nacional con larga tradición de gobierno en ayuntamientos, ejecutivos regionales y en la gobernabilidad de España y con gran implantación en todo el territorio nacional, como es el caso del PP, el problema del transfuguismo sigue latente y, es lamentable, dominando la política local cuando no hay mayorías absolutas. En el episodio del Cabildo de La Palma, la situación se agrava por las dudas sobre hasta dónde llegan las responsabilidades del presidente regional del partido, Asier Antona, en la operación de desalojo de CC.

Toda esta situación deja sin duda un gran damnificado sobre el escenario: CC y su actual cúpula dirigente. Los nacionalistas deben preguntarse muy seriamente las razones por las que ha sido tan fácil para el PSOE montarle, casi sin proponérselo, toda esta operación de desalojo de las instituciones. ¿Por qué no se quiere pactar con Coalición? El portavoz del grupo parlamentario socialista en el Parlamento de Canarias, Sebastián Franquis, reflexionaba en una buena dirección en busca de una explicación: "La prepotencia y la imposición han hecho que algunos estén donde están"

Con los resultados electorales obtenidos, una normalizada relación con el resto de formaciones y un adecuado plan de negociación a Coalición le debería haber garantizado mantener una buena porción de poder. Pero CC es quizá visto en estos momentos por el resto de las formaciones, incluso por el PP pese a todo, como un partido que ha tratado de identificar Canarias con sus siglas, que ha patrimonializado las instituciones y que con frecuencia ha podido actuar con soberbia y arrogancia, un partido de régimen con un centro de poder muy localizado en Tenerife, y al que, a partir de ahora, hay que darle la oportunidad de actuar en política desde la oposición. Su salida no es solo por los 26 años de Gobierno en Canarias y el normal cansancio y hartazgo que causa en un electorado cada vez más ávido de cambios.

Se impone ahora en CC, como ya ha comentado su diputada nacional Ana Oramas, una profunda reflexión de fondo sobre el sentido y naturaleza del proyecto, de revisión del discurso y estrategias, y de renovación de liderazgos que pasa por la necesidad de que algunos de sus actuales dirigentes den un paso a un lado.

En el otro frente, un PSOE fortalecido debe tomar nota, aprender la lección y no convertir esa centralidad política conseguida en un hegemonismo institucional y sectario estéril y contraproducente. Los acuerdos a izquierda y derecha no pueden quedar en mera operación oportunista para desalojar a CC, sino que deben demostrar que hay detrás programas de gobierno coherentes y operativos. Si se dejan arrastrar por el rencor histórico contra los nacionalistas por episodios como la moción de censura contra Saavedra en 1993, la traición del pacto con el PP por la puerta de atrás en 1995, la patada a López Aguilar pese a su gran victoria en 2007 o su expulsión del Ejecutivo regional de hace dos años, acabarán sufriendo las consecuencias con un aislamiento y orfandad. Ángel Víctor Torres, líder del PSOE canario además de nuevo presidente regional, dio a entender en su discurso de investidura que ha captado el mensaje: nunca en Canarias el "o con nosotros o contra nosotros".