Ciudadanos ha sido un partido mimado por los medios desde su aparición en el ámbito nacional. Rivera también. Era algo así como la gran esperanza blanca para ventilar un modelo bipartidista atelarañado sin necesidad de hacer tambalear el sistema, como parecía ofrecer Podemos.

Albert Rivera, tras nueve años librando una meritoria batalla contra el totalitarismo nacionalista en Cataluña, era por entonces una especie de Rosalía de la política. Estaba en todas partes y todos hablaban bien de él. Hubo incluso quienes se empeñaron en situarlo a la cabeza en las encuestas. Pero apenas dos meses después, pasó lo que pasó con una moción de censura. Y luego, en las elecciones del 2019, obtuvo solo un 15,86 % de los votos y quedó como tercera fuerza, por detrás del PSOE y el PP.

Más allá de haber defraudado las desmesuradas expectativas, lo más relevante es que Ciudadanos y su presidente, Albert Rivera, han pasado de ser cortejados por todos a convertirse en un partido y un líder que resultan antipáticos a todas las demás fuerzas políticas y a una gran parte de la ciudadanía.

En ello ha influido sin duda el empeño de Albert en ser el novio en todas las bodas, el muerto de cada entierro o el perejil de todas las salsas políticas. Y hasta tiene o tenía, no sé, novia folclórica. Pero ojo, eso no es lo más grave, sino que ha evidenciado sin complejo alguno que tiene la guillotina afilada para todo aquel que discrepe de lo que él -no digo el aparato, digo él, que es todo en Cs- decida. Por eso se le van. Y se van los mejores.

Pero lo que más me repugna de Ciudadanos -y por tanto de su líder, de su comandante en jefe, de su emperador, de su Papa- es que nos toman por tontos. En política hay quién cree que todo vale, pero la "gilipollez", presupuesta en los demás, a los que ni conoces, suele salir poco rentable. En política también.

En la alianza con VOX que se ha producido en Andalucía y, posteriormente, en varios municipios y autonomías del país, me repele más la postura de Ciudadanos que la del PP. El PP negocia abiertamente con VOX. Así lo dice y así lo hace. Me parece una postura indecente, pero no la ocultan, no la camuflan. Ciudadanos se retira de la foto. "Nosotros no negociamos con VOX, negocia el PP". Pero, a ver, ustedes negocian con el PP que ha negociado con VOX. Y ahí está el tripartito de derechas gobernando. ¿A quién pretende engañar Sr. Rivera? Se ha convertido en un prestidigitador que pretende hacer ver que no ha negociado después de haberlo hecho. El truco es muy burdo. No cuela. Es como si, al ponerse una venda en los ojos, dejase de existir la realidad que está delante.

Y, como no hay relato, las decisiones de Albert son incomprensibles. Nacieron con el objetivo de combatir a los independentistas y se quedaron ahí. Es innegable que el proyecto ya no es el que era.

En estos momentos, el principal problema de Rivera es que carece de identidad. No se quiere ni reunir con el líder del PSOE, como si fuera prácticamente de Bildu. Eso no se lo cree nadie, de verdad. Y tampoco se pueden negar sus pactos con Vox, con la excusa de que los han hecho a través de un testaferro. Como mínimo, hay que ser coherente y claro.

El remate de esa actitud antipática ha sido rechazar acudir a una reunión con Pedro Sánchez y renunciar así a explorar cualquier fórmula que desbloquee la formación de gobierno. La única foto que le gustaría a don Albert sería la suya como presidente. Pero desde luego, mal camino lleva. Ningún otro político me cae tan mal como usted. Y creo que no soy el único.

Feliz domingo.

* adebernar@yahoo.es