En la XLIII Reunión del Patrimonio Mundial se adscribió el Risco Caído y las Montañas Sagradas al exclusivo grupo de parajes y monumentos más notables del planeta. Se premió, nada menos, que al más extenso yacimiento troglodita localizado en un marco insular y a uno de los más grandes legados de las poblaciones prehispánicas del Archipiélago Canario.

En su visita a Gran Canaria en 1910, Miguel de Unamuno calificó el alucinante panorama, ahora distinguido, como "la tempestad petrificada", en una de las imágenes más felices de su rica y poco conocida literatura viajera. El aparatoso desplome del Volcán de Roque Nublo - que dejó como testigo el monolito actual, seña geológica y sentimental de plena vigencia - descubrió estampas de potencia planetaria que, como al filósofo vasco, se ganaron el favor de las ciento noventa y cinco delegaciones nacionales reunidas el pasado fin de semana en Bakú, capital de Azerbaiyan.

Dominado por la majestuosa Caldera de Tejeda, "el paisaje cultural" reconocido con la distinción de la UNESCO comprende más de dieciocho mil hectáreas de tortuosa orografía en la que aparecen mil quinientas cuevas, poblamientos inverosímiles en paredes verticales, cercados, graneros protegidos y despensas estratégicamente ubicadas, cazoletas y canales, estanques singulares (depósitos exclusivos en cuevas que no aparecen en otros territorios y son herencia de pueblos antiguos), tradicionales rutas de trashumancia, triángulos y petroglifos líbico-bereberes y necrópolis.

La declaración tiene una doble vertiente; de una parte, distingue a la primitiva civilización norteafricana, anterior a la llegada del islamismo; y, de otra, reconoce la misteriosa odisea de su llegada, su asentamiento y la adaptación a un medio físico radicalmente distinto, y los altos grados de desarrollo que alcanzaron en la llamada Tamarán.

Destacan, además, dos circunstancias notables. La primera es que, tras la declaración de Rapanui, la Isla de Pascua, en medio del Pacífico y adscrita políticamente a Chile, es el segundo reconocimiento a una genuina cultura isleña; y la segunda, que se trata de la única isla, de las cien mil existentes en el mundo, con espacios sagrados dedicados a usos astronómicos.