No los ves, pero los respiras. Tampoco los conoces, pero están en todos lados. Son evitables, tanto, que con poco lograríamos reducirlos casi a la mínima expresión. Algunos lo negaron hasta la saciedad, mientras que otros hoy se llevan las manos a la cabeza bajo el paraguas de las grandes empresas del sector. Son los agentes oscuros, las partículas en suspensión (PM10 y PM2,5), dióxido de nitrógeno (NO2) y dióxido de azufre (SO2). Son los encargados de contaminar el aire que respiramos en nuestras ciudades gracias a la irresponsable cuota de culpabilidad en el cambio climático, el repunte del tráfico, las emisiones de los automóviles que poco nos importan y, sobre todo, la apuesta por las energías sucias. Defender las renovables era de muy modernos. Aunque todavía tenemos en el paladar el gozoso disfrute del aire de la refinería de Santa Cruz, cuando evocábamos su dulce sabor, Canarias guía el camino para convertirse en una comunidad ideal para las mascarillas. Muchos continúan en la senda del negacionismo, como si se tratara de un problema lejano que solo tiene su campo de acción en la bruma contaminada de China, Irán o India. Sin embargo, los datos siguen evidenciando una realidad contundente para tener en cuenta: 1,9 millones de habitantes de Canarias respiraron aire contaminado durante 2018. El Informe anual de Calidad del Aire de Ecologistas en Acción concluye que el 89 % de la población del Archipiélago estuvo expuesta a unos niveles de contaminación que superan las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. Aquí también hay espacio para los apaciguados, los que tachan de alarmistas a todos los que intentan llamar la atención sobre una coyuntura incómoda. Tal y como refleja este estudio, "las partículas (PM10 y PM2,5) y el dióxido de azufre (SO2) son los contaminantes que presentan una mayor extensión y afección a la población, con especial incidencia en el sur de Gran Canaria y en el sur de Tenerife, respectivamente en el entorno de las centrales térmicas de Barranco de Tirajana y Candelaria. Por tanto, una seria amenaza para la salud, a pesar de que el año pasado se recuperó la tendencia a la baja de estos contaminantes que se inició en 2008 con la crisis económica. Un problema específico de Canarias es la proximidad al continente africano, que explica los elevados niveles de partículas PM10 por polvo sahariano, perjudiciales para la salud". Por otra parte, "el ozono troposférico también afectó a la población, con unos niveles que se mantienen estacionarios. Durante el año 2018 los niveles de ozono aumentaron respecto a los de 2017, de manera que la población de la aglomeración Santa Cruz de Tenerife - La Laguna ha estado expuesta a concentraciones de ozono peligrosas para la salud humana". Si nos tomáramos en serio nuestro presente inmediato, los gobiernos y los ciudadanos contribuiríamos a mejorar la calidad del aire en las ciudades disminuyendo de forma progresiva el tráfico motorizado, potenciando el transporte público, la bicicleta y el tránsito peatonal, además de cerrar las centrales térmicas de carbón y penalizar el combustible y los vehículos diésel. No obstante, aquí vamos a nuestro ritmo, pero con voluntad, sensibilizción y concienciación empezaríamos a dibujar un paisaje menos nocivo. En 1861 el físico irlandés John Tyndall demostró que el CO2 y el H2O podían provocar cambios en el clima. Sin irnos mucho más lejos, en 1895, el químico sueco Svante Arrhenius concluyó que la combustión de carbón de la era industrial aumentaría el efecto invernadero natural. En 2011, un nuevo análisis de los registros de temperatura de la Tierra por científicos preocupados por las acusaciones "ClimateGate" demostró que la superficie terrestre del planeta realmente se ha calentado durante el último siglo. El tiempo nos ha ido dando suficiente ventaja, clamando en silencio la necesidad de cuidar lo que nos rodea. Recuerda que, aunque los respires, no los ves.

@luisfeblesc