La estupidez, en el universo político, no conoce fronteras. Durante semanas los medios de comunicación se han hecho eco de frecuentes reuniones entre consejeros electos del PSOE, Ciudadanos y Podemos en el Cabildo de Tenerife. Unas reuniones en las que se dibujaban los contornos de una posible moción de censura en la corporación insular. Pero en Ciudadanos, hasta ayer mismo, se mantenía a machamartillo la versión oficial de que esa moción no existiría porque el partido -o sea, ellos- no votarían con Podemos ni se situarían en contra del acuerdo entre Coalición Canaria y el Partido Popular. Que sus dos consejeros se iban a quedar dignamente en la oposición. Hay que ser rebenques. ¿Qué pensaban que estaba haciendo Pedro Martín en sus reuniones con Enrique Arriaga: jugar al parchís?

Lo de Ciudadanos, al menos en Canarias, se aproxima al más espléndido de los ridículos. Lo excepcional ya es lo habitual. El partido dice una cosa y sus cargos públicos hacen exactamente lo contrario. Llueve sobre mojado. Después de expedientar a los dos concejales de Santa Cruz, que votaron -según la versión oficial- contra las instrucciones de su dirección, ahora toca el Cabildo de Tenerife. Los dos consejeros que se presentaron en las listas del partido se van a pasar por el arco del triunfo las instrucciones de Madrid y votarán una moción de censura con el PSOE y Podemos. Los políticos electos pueden hacer, naturalmente, lo que les de la gana. El cargo les pertenece a ellos, que han sido elegidos. Pero el partido, con sus comunicados oficiales convertidos en papel mojado, queda la altura de un zapato. Tal vez la altura que le corresponde.

La rebelión en la granja alcanza tangencialmente también al PP que en La Palma ha llegado a un acuerdo con el PSOE para echar a patadas a Coalición en el Cabildo. Las relaciones entre Asier Antona, el presidente de los populares en las islas, y el aparato de Madrid, entran también en una zona de turbulencias extremas. Ya venían tocadas del ala tras el estrepitoso fracaso de las negociaciones para un pacto regional, pero ahora la división se escenifica públicamente con un pulso en donde Madrid dicen una cosa y en La Palma pretenden hacer lo contrario.

El PP es un partido con una fuerte disciplina interna y es posible que los desencuentros con Asier Antona y su grupo de fieles acaben muy malamente. Lo de Ciudadanos es harina de otro costal. Porque ya no es que su organización en las islas mantenga discrepancias con la línea oficial -como en el caso del PP- es que sus cargos electos hacen lo que les sale del arco del triunfo.

No me parece tan mal que los medianeros se subleven. Madrid, al fin y al cabo, está muy lejos. Y qué sabrán ellos de nuestras fobias familiares. Vamos a arreglar los trapos sucios en casa y que los grandes partidos nacionales se vayan a freír puñetas. Pero si tienen algo de vergüenza, que no se vuelvan a presentar.