Tras el patético modo con que muchos aún se aferran al tiempo que la tremenda realidad del cambio climático irá dejando atrás hay sin duda miedo (el mismo que lleva al avestruz a meter la cabeza en el agujero), y quizás haya todavía ignorancia, pero son un miedo y una ignorancia culpables, pues aquella realidad es ya evidente para cualquier conciencia racional. Así pues, habrá que ir hablando de culpa y de culpables, tomando buena nota de quienes por acción u omisión no asumen su responsabilidad en adoptar medidas paliativas (tal vez sea tarde ya para hablar de remedios), a todas las escalas de la acción pública. Trump, desde luego, pasará a la historia como un cooperador del desastre, pero, a otro nivel, quienes intentan revertir las medidas contra la contaminación atmosférica en las grandes ciudades irán de cabeza, creo, al vertedero de la política y la moral cívica.